MUERTE DEL TENIENTE DE CARABINEROS DE CHILE HERNAN MERINO CORREA,
LAGUNA DEL DESIERTO, AISEN, 6 DE NOVIEMBRE DE 1965
LAGUNA DEL DESIERTO, AISEN, 6 DE NOVIEMBRE DE 1965
El Teniente de Carabineros don Hernán Merino Correa, murió baleado por gendarmes argentinos que penetraron la zona de Laguna del Desierto el 6 de noviembre de 1965, mientras se encontraba junto a una patrulla chilena en la Avanzada Laguna del Desierto del Retén Lago O´higgins.
Luego del hecho, su cuerpo fue llevado a Argentina junto a los demás carabineros. Días después el Teniente Merino fue entregado desnudo a las autoridades chilenas.
HÉROE DEL SIGLO XX
(www.carabineros.cl)
La vida del teniente Hernán Merino Correa, mártir de Carabineros, y guardián de nuestra soberanía, fue breve e intensa, y estuvo marcada por el cumplimiento del deber.
Dueño de una sólida voluntad, firme vocación de servicio y de un férreo espíritu de cooperación y solidaridad, este oficial, nacido en Antofagasta el 17 de julio de 1936, ofrendó su vida en defensa de nuestra integridad territorial.
Con una destacada hoja de servicios, en todas las actividades que desarrolló fue siempre el primero y, por las misiones que le correspondió ejecutar, sus compañeros lo llamaron "retador de lo imposible".
Camaradas de armas y profesores lo recuerdan por "su talento creativo que se captaba en su trato diario y una capacidad de acción que lo apartaba de lo puramente teórico, pero sin dejarse arrastrar al terreno emocional", según lo describe el ensayista e historiador René Peri en su libro "A la Sombra del Monte Fitz Roy", quien agrega: "Su mando no fue un simple convencer ni un vencer, sino que se expresó equilibradamente en ambas conductas".
El teniente Hernán Merino Correa, hijo del capitán de Carabineros Carlos Merino Charpentier y de doña Ana Correa de la Fuente, ingresó a la Escuela de Carabineros en marzo de 1956, inspirado por un profundo espíritu de servicio.
El 16 de diciembre de 1957 egresó como subteniente y luego de trabajar en diferentes unidades y ser ascendido a teniente, en marzo de 1961, fue destinado a la Prefectura de Aysén, sirviendo en las 1ª, 2ª y 3ª comisarías, entre 1962 y 1964. Luego regresó a la capital, para integrarse al segundo curso de Perfeccionamiento de Tenientes.
Terminado el período de capacitación, volvió a la Undécima Región como jefe de la Tenencia Cochrane, unidad en la que se encontraba cuando se produjo el incidente fronterizo que le costó la vida en la zona de Laguna del Desierto.
Los hechos que culminaron con su trágica muerte, comenzaron a gestarse en octubre de 1965, cuando el colono Domingo Sepúlveda se presentó en el Retén Lago O'Higgins, para denunciar que dos días antes había llegado a su casa una patrulla de la Gendarmería Argentina, cuyo comandante. le exigió que concurriera a Río Gallegos, ciudad transandina, y le dio un plazo de 25 días para normalizar su situación legal en el país vecino, bajo apercibimiento de detención si no cumplía dicho trámite en el tiempo indicado.
Con la finalidad de verificar esta denuncia, dar protección al colono y patrullar nuestro territorio en Laguna del Desierto, Carabineros envió al mayor Miguel Torres, quien estableció una avanzada en los terrenos del denunciante. Desde ese lugar, una patrulla integrada por ese oficial, el teniente Hernán Merino, un sargento y dos carabineros se trasladó ocho kilómetros al sur, donde levantó su campamento.
Corría entonces el 5 de noviembre de 1965, jornada en la cual dos cuadrimotores argentinos sobrevolaron las carpas de los carabineros, operación que también efectuaron a muy baja altura otros aviones pequeños.
Al día siguiente, el mayor Torres recibió instrucciones para levantar el campamento y retroceder hasta la avanzada.
Alrededor de las 16:30 horas, y cuando todo hacía pensar a los carabineros que las circunstancias que los habían llevado a ese sector de Laguna del Desierto ya estaban resueltas por los gobiernos de Chile y Argentina, irrumpieron dos niños -hijos de los colonos chilenos que habitaban el lugar- gritando que habían visto soldados con cascos en el bosque que se arrastraban hacia el campamento. Más tarde, los carabineros comprobarían que eran alrededor de 90.
El mayor Torres era un hombre sereno. Avanzó, sin armas, hacia donde presumía que estaban ocultos los gendarmes y pidió a viva voz hablar con el oficial a cargo. El teniente Merino y el sargento Manríquez sospecharon una celada.
El mayor siguió adentrándose en el bosque, a la par que reiteraba sus llamados a los gendarmes, sin obtener respuesta.
En ese momento, Merino y el sargento Manríquez corrieron en dirección al sendero por donde avanzaba el mayor Torres. Cuando lo alcanzaron, el teniente se puso detrás suyo y le dijo: "Yo lo apoyo, mi mayor".
A su vez, Manríquez empezó a pedir a los gendarmes que salieran sin temor, asegurándoles que los carabineros no dispararían. Fue en ese instante cuando una bala salió de la espesa arboleda e impactó al teniente en el pecho. Enseguida un cerrado tiroteo sucedió a ese primer disparo.
Torres se arrojó al suelo cerca del herido, quien, agonizante, le dijo: "Me fregaron, mi mayor". Fueron las últimas palabras de aquel heroico y joven oficial,
En tanto, el sargento Manríquez también fue alcanzado por la metralla, desplomándose junto a un árbol, mientras el cabo Menar, que corría en apoyo a sus compañeros, debió optar por socorrer al teniente moribundo y al sargento herido.
Tras esos episodios, un comandante argentino ordenó a sus hombres que dejaran de disparar. El silencio llenó el ambiente enrarecido por el olor a pólvora mortal.
Los carabineros, que en ningún momento hicieron uso de sus armas, permanecían incrédulos ante lo ocurrido, mientras el comandante ordenaba que el cuerpo del oficial abatido, el sargento herido y el resto de los integrantes de la patrulla fueran conducidos a territorio argentino, estos últimos en calidad de prisioneros. Allí permanecieron hasta el lunes 8 de noviembre de 1965, día en que fueron entregados a las autoridades chilenas, junto al cadáver del oficial ultimado.
RECONOCIMIENTO NACIONAL
Los restos del teniente Hernán Merino Correa fueron velados en una capilla ardiente erigida en la Escuela de Carabineros. Desde allí se trasladaron hasta la Catedral Metropolitana, donde pudieron recibir las más elocuentes muestras de gratitud, admiración y respeto de miles de chilenos. A ellos se sumó una población conmocionada en todo nuestro territorio, que también rindió homenaje a su nuevo héroe.
Estas demostraciones de reconocimiento público presidieron las exequias del teniente Merino, y fue así como una pléyade humana se volcó a las calles para despedir a este mártir de Carabineros y la nación. Para dar su adiós postrero a este héroe del siglo que acaba de expirar, celoso guardián de nuestra soberanía y leal exponente del honor del carabinero, siempre fiel a su juramento de "rendir la vida si fuere necesario, en defensa del Orden y de la Patria".
Bibliografía: "A la Sombra del Monte Fitz Roy (René Peri Fagerstrom); "Teniente Merino, el Héroe de Laguna del Desierto (René Peri Fagerstrom y Gustavo San Martín Ravanal); Revista Carabineros de Chile.
LOS HECHOS EN FOTOS
La Avanzada de Carabineros
Las tropas argentinas se toman el sector
El Teniento Merino es abatido por las balas de los gendarmes
El Sargento Manríquez herido de bala
Los carabineros sobrevivientes son mantenidos bajo vigilancia armada
Un gendarme argentino retira la humilde "placa" de la Avanzada
La Avanzada Laguna del Desierto es desmantelada por los argentinos
El Mayor Torres y el Cabo Menares bajo escolta armada son trasladados a Argentina
TENIENTE HERNÁN MERINO CORREA: EL HÉROE CHILENO VÍCTIMA DE LA PREPOTENCIA Y DEL DELIRIO EXPANSIONISTA DE LA ARGENTINA
(www.soberaniachile.cl/)
EL TENIENTE HERNÁN MERINO CORREA CAYO ASESINADO EL 6 DE NOVIEMBRE DE 1965, CUANDO UN CONTINGENTE DE CIEN DE GENDARMES ARGENTINOS ATACO A MANSALVA A UN GRUPO DE CUATRO CARABINEROS CHILENOS EN LAGUNA DEL DESIERTO. SU IMAGEN SIGUE SIENDO LA INSPIRACIÓN DE NUESTRA ORGANIZACIÓN DEFENSORA DE LA SOBERANÍA Y EL ESPEJO DE NUESTRA LEALTAD HACIA CHILE, ASÍ COMO LA DE TODOS LOS PATRIOTAS VERDADEROS DE NUESTRO PAÍS. SU SACRIFICIO NOS ENSEÑA NO SOLO HASTA DONDE LLEGA LA BRUTALIDAD Y EL DELIRIO DE QUIEN ELIGE EL CAMINO DE LA ENEMISTAD, SINO TAMBIÉN, LA DISPOSICIÓN DE ESTOS HOMBRES DE ARMAS CHILENOS A ENTREGARLO TODO POR SU PAÍS.
¿Quién era el Teniente Merino?
Hubo un hombre cuyo valor y cuyo trágico episodio de sacrificio por Chile diera origen e inspiración al mayor salto a la vida pública que hiciera en sus primeros años nuestra Corporación de Defensa de la Soberanía: el Teniente Hernán Merino Correa. En efecto, fueron los incidentes que costaron la vida a este ejemplar hombre de nuestra Patria los que impulsaron un explosivo despliegue de trabajo y difusión sin parangones en nuestra agrupación, que hasta entonces actuaba bajo el nombre de Comité "Patria y Soberanía". Este ritmo se ha mantenido hasta nuestros días, convirtiéndonos en uno de los principales referentes sobre temas relativos a la historia de los límites y las fronteras nacionales entre quienes se interesan por estas materias.
El 17 de julio de 1936 nacía Hernán Merino Correa dentro de una familia antofagastina, en la Segunda Región de nuestro país, tierra de epopeyas y gestas heroicas, que tantos grandes hombres ha dado a los anales de la historia. Quiso una voluntad suprema que este recién nacido estuviera marcado por un trágico pero sublime destino, y que antes de llegar a la plena adultez, su nombre ya fuera parte de las listas de héroes y mártires de nuestra sufrida Patria.
Tanto para Hernán Merino, como para su hermano Carlos, no fue difícil decidir postular al uniforme de Carabineros de Chile, ya que con ello cumplían con la tradición familiar. Es así como llegó a la Escuela de Carabineros Carlos Ibáñez del Campo, convirtiéndose rápidamente en uno de los mejores alumnos según lo testimonian los registros de su promoción.
Joven, disciplinado y con un rostro profundamente sereno, de inocencia casi infantil, este hombre egresa en 1957 como Subteniente. Es ya un tipo delgado, pero de aspecto juvenil. A pesar de aparentar una seriedad propia de su uniforme, a veces se suelta sacando su personalidad alegre y dicharachera, y gusta de jugar con sus sobrinos o con otros niños. Es un hombre de bien, recordado hasta hoy como un ejemplo de honestidad y rectitud, digno representante de su institución y de los mejores hombres que ha producido nuestra sangre chilena, hija de la nobleza del conquistador hispano y de la fuerza guerrera araucana, al decir de autores como Nicolás Palacios y Francisco Antonio Encina.
Todos estos positivos atributos le fueron reconocidos en vida, como ha quedado constancia de ello. Un hombre ejemplar, demasiado para este mundo, quizás, cual Carrera o cual Prat.
Las pruebas de valor y servicio
A sólo unos años de su egreso (1957), el arquetipo del héroe comienza a moldear los designios de la vida de Hernán Merino, cuando en 1961, siendo Jefe de la Tenencia Santa Bárbara, en la VIII Región, se ve en la necesidad de realizar un peligroso rescate, improvisando un equipo de descenso desde un puente, atado a un cable, para sacar de las aguas a una mujer embarazada que acababa de caer con vehículo y todo al torrente del Biobío durante un terremoto. Merino logró subirla arriesgando su vida, pero salvando otras dos: la de la mujer y la del niño aún no nacido... ¡Qué tremendo símbolo aquel!
Pero el destino no se conformó con aquel acto y siguió probando la gallardía de Merino. Ese mismo año, intentando encontrar los restos y los sobrevivientes de una accidente aéreo ocurrido en Linares, Merino logra descubrir el lugar del siniestro, mas nadie estaba ya con vida. Aquella tragedia es recordada principalmente por el fallecimiento de los integrantes del equipo deportivo Green Cross, entre sus víctimas, en un hecho que conmocionó al país.
Sin embargo, el 16 de junio de 1963, cuando se encontraba ya desempeñando funciones en territorios del extremo sur, la vida lo vuelve a poner en la misma situación y, luego de un trágico accidente aéreo en isla Margarita, en Aisén, el joven uniformado logra rescatar al único sobreviviente de los más de 20 tripulantes, luego de horas y horas de extenuante caminata, y lo traslada por sus propios medios hasta el hospital de la zona. El avión accidentado pertenecía a la Fuerza Aérea y se dirigía de Balmaceda a Puerto Montt.
Allí en el hospital, entre las felicitaciones y los aplausos, conocería a una muchacha que poco después pasaría a ser su novia y su prometida, la doctora María Luisa Avendaño, quien sería para la posteridad la mujer de su vida. Era su premio al reciente acto de heroísmo, y proyectaba casarse con ella en diciembre de 1965.
Pero el destino volvió a manifestarse con sus increíbles caprichos, y quiso esta vez que el Teniente Hernán Merino Correa nunca llegase a concretar su promesa de amor matrimonial, cuando a un mes del día de su proyectada boda, en una fría tarde de la primavera austral de 1965, fuera reclamado su nombre en algún lugar del cielo...
Sí. Porque Chile, a veces, parece ser una nación marcada por la tragedia, por la condena de perder siempre a sus mejores hombres, a sus hijos más valientes y heroicos, ya sean los Hermanos Carrera, un Manuel Rodríguez, un "Huaso" Bueras, o los guerreros del Combate Naval del Iquique que partieron con Prat, o los muchachos de la Batalla de la Concepción de Carrera Pinto, o los caídos con Balmaceda en la Revolución del 1891, en la Masacre de Lo Cañas, en la Matanza de Santa María de Iquique, en la Masacre del Seguro Obrero, etc. Héroes de nuestra Patria son demasiado grandes para que el Cielo les permita quedarse entre los vivos, partiendo siempre a la eternidad, donde pertenecen, y dejando en su lugar el recuerdo, el ejemplo y la nostalgia... En algún lugar, en algún tiempo, estaba escrito que el Teniente Merino iba a ser uno de esos hombres.
Hernán Merino se hallaba asignado en las mismas tierras australes que vieron algunos de sus más nobles actos de servicio institucional. Había sido trasladado allá en 1961.
La habitual cordialidad chileno-argentina en la zona había cambiado drásticamente después de que se inaugurara al poniente del hito y al Sur del lago un Retén de Carabineros. Gendarmes argentinos habían comenzado a hostilizar paulatinamente a los colonos chilenos, alegando que debían presentarse ante autoridades de su país para notificar sobre la ocupación de "territorio argentino" y tributar el Río Gallegos. El hito 62, que marcaba la zona, estaba allí desde 1903 y nunca antes había sido cuestionado por la Argentina ni en su posición ni en su validez.
Era octubre de 1965, y parte del contingente de Carabineros estaba reunido en el Retén del Lago O'Higgins, en la cercanía del límite, donde pasaban la mayor parte del tiempo intentado vencer el frío y la soledad. En el abandono de estas tierras las pocas almas residentes siempre se conocen y los lazos de fraternidad son más sinceros.
Un día de ese mes, se presentó en el recinto un hombre marcado por la angustia y la preocupación. Era el colono Domingo Sepúlveda, establecido en la zona desde hacía años. Su casa estaba el lote 22 y lo había recibido como herencia de su padre, quien a su vez lo recibió del Estado de Chile, en 1937.
Sepúlveda venía agitado: gendarmes argentinos se había presentado en su casa advirtiéndole a él y a sus hermanos que debían presentarse a las autoridades argentinas por estar ocupando territorio "de la República Argentina". Los gendarmes habían amenazado con castigarle si no obedecía, por lo que el Jefe Mayor Prefecto de Coihaique, Mayor Miguel Torres Fernández, partió al lugar a verificar la denuncia junto a unos diez carabineros, estableciéndose en la casa de la hermana del colono, doña Juana. No encontraron a ningún gendarme en la zona, pero de todos modos esperaron por si hubiesen novedades al respecto para intentar definir la situación.
Se notificó de los hechos al Gobierno, el día 11 de octubre, pero precisamente por esos días iban a reunirse los presidentes Frei e Illía en Mendoza, actividad que consumía la atención del ministerio, por lo que, si bien se discutió el tema dentro de la generalidad de los problemas limítrofes que agriaban las relaciones en aquellos días, aparentemente no se puso demasiada atención en lo sucedido ni se previó la gravedad que podía alcanzar el impasse.
Los chilenos se quedaron dentro de unos terrenos levantando un pequeño campamento junto a una choza de madera vieja y abandonada, a la espera de ver algo sospechoso. Izaron una bandera sobre el tronco de un árbol joven y esperaron órdenes. Entre ellos estaba nuestro Teniente Merino, con una minúscula barba que contrastaba con la pulcra imagen que tradicionalmente tenía, de rostro siempre bien rasurado, como evidencia de la soledad de náufrago en la que debían desenvolverse estos valientes chilenos uniformados y civiles de los confines del mundo. Tenía entonces 29 años, los mejores de su vida personal y profesional.
Argentina incita al odio antichileno
Para ese momento, la noticia había llegado a la prensa bonaerense. Con su tradicional amarillismo y alharaca, comenzaron a publicar sendos artículos en los que se declaraba una "invasión" de Carabineros Chilenos sobre "suelo argentino", y se incitaba a reaccionar ante tamaña afrenta. Esto cayó como reguero de pólvora. En el valle de California, a la sazón también ocupado ilegalmente por gendarmes tras la invasión argentina de Alto Palena, estuvo al borde de producirse un nuevo incidente de sangre producto de este ambiente enrarecido, cuando un grupo de gendarmes al mando de un alférez trasandino intentaron atacar a un colono chileno desarmado.
El Canciller Gabriel Valdés protestó por lo sucedido y la prensa inició una campaña para cancelar la visita del Presidente Frei Montalva a la Argentina, pues el objeto del viaje era, precisamente, obtener de Illía cooperación para que las comisiones de límites de ambos países terminasen labores pendientes de especificaciones en la demarcación fronteriza. No hubo respuesta de parte de la Casa Rosada hasta varios días después, cuando se presentó en Santiago por pocas horas el Canciller Zavala Ortiz, quien se limitó a declarar no estar al tanto de lo sucedido en el valle de California.
Sin embargo, al enterarse Illía de los indignantes pormenores de la agresión al colono chileno, ordenó el retiro del alférez argentino al mando de la patrulla en cuestión. Esta reacción le pareció suficiente a La Moneda y los planes de visita presidencial a Mendoza fueron retomados. Así, Frei Montalva arribó en la ciudad argentina el 30 de octubre, siendo gratamente recibido, por lo que se creyó que todos estos impasses estaban superados. Los mandatarios acordaron terminar las actividades de la comisión mixta en un plazo de cinco años y se firmó también un compromiso para llevar el problema del Canal Beagle a un arbitraje internacional, pero que a la larga no encontró posibilidades reales de aplicación.
Durante ese período, y hasta el mismo día 31 de octubre en que terminó la visita presidencial, parte importante de la prensa de Buenos Aires no había cesado de publicar belicosos artículos en los que se acusaba a Chile de ser culpable de agresiones y las entonces controversias generadas por las pretensiones expansionistas de la Argentina sobre Palena y el Canal Beagle. Estos discursos exitistas y violentos representaban el ánimo de, entre otros, dos generales de Gendarmería Argentina: Osiris Villegas y Julio Alsogaray, dispuestos a hacer respetar la "soberanía nacional" a como fuera lugar en los lugares donde se había producido litigios o encuentros desafortunados.
Mientras, el día 2 de noviembre, se presentaba ante los uniformados chilenos establecidos en Laguna del Desierto un ciudadano argentino, llamado Ricardo Arbilla, quien reclamó que estaban en terrenos de su propiedad. Pero luego de una breve discusión, se le explicó lo sucedido y hasta se quedó a almorzar con los Carabineros.
Entre los día 2 y 3 de noviembre comenzaron las señales de alarma. La zona era cubierta por aire gracias a los exclusivos servicios del piloto chileno Ernesto Hein Águila, quien mantenía conectada la zona de Laguna del Desierto gracias a las modestas pistas de aterrizaje que con grandes esfuerzos y sin herramientas apropiadas, habían construido durante tres años los colonos Candelario Mancilla y su esposa Teresa, ambos chilenos. Como se recordará, Chile había conseguido, gracias a la iniciativa personal y el sacrificio de varios ciudadanos patriotas, la colonización de su territorio de Laguna del Desierto. Estaba Hein en uno de aquellos vuelos, cuando observó desde lo alto un enorme e inusual grupo de uniformados argentinos dirigiéndose hacia el Oeste, advirtiendo también la presencia de aviones cuadrimotores sobrevolando el Retén O'Higgins. Asombrado, viajó a Santiago el mismo día 3 para informar a la Cancillería y al Ministro de Interior, señor Bernardo Leighton.
El 5 de noviembre, llegaron para reforzar el grupo de chilenos el Capitán Bautista González y el Sargento 1° de Héctor Carrillo. Tras un par de días sin novedad, el sábado 6 se les hizo llegar orden a través del Carabinero Igor Víctor Schaf, de retirarse nuevamente a la casa de doña Juana. Hasta allá partieron el Capitán González y sus hombres, pero el Mayor Torres permanecía en el puesto con otros cinco hombres, entre los que estaban el Sargento Manríquez y el Teniente Merino. Como no se reportó novedad, el Mayor Torres creyó innecesario continuar presente en el lugar y ordenó a dos de los hombres traer caballos para desplazarse.
Ese mismo día 6 apareció en la prensa de ambos países la publicación de la Declaración Conjunta. En ella decía claramente que la demarcación de Laguna del Desierto se haría en los días siguientes. Se había acordado entre ambos países un plazo de 48 horas para que ambas partes desocuparan la zona facilitando la actividad de las comisiones.
Estaba a punto de desatarse el desastre.
Invasión argentina:
Merino es asesinado
El Gobierno ya había sido informado de los problemas y se había dispuesto que la zona fuese desocupada por las fuerzas de ambas naciones para que la Comisión Mixta se presentara en el lugar a poner orden sobre los verdaderos límites. Esto se había resuelto de común acuerdo con Argentina en un comunicado de Buenos Aires del día anterior. Se estaba entonces en el período para abandonar la zona y los Carabineros estaban listos para hacerlo según lo demuestra la Declaración Pública de la Cancillería de Chile publicada tras estos hechos de sangre.
Nada hacía prever entre ellos el peligro y la tragedia que se venía en camino, e incluso los uniformados estaban en compañía de dos niños, hermanos del colono Ismael Andrade Sepúlveda, que se encontraba de viaje en Argentina. El Mayor Torres y el Sargento Manríquez permanecían en torno al puesto; el Teniente Merino hacía guardia tranquilamente y el Carabinero Durán incluso hacía pan amasado inocentemente en la casucha para recibir la hora del té, todos ignorantes del peligro que estaba a punto de caerles encima.
Cerca de las 4:30 PM, uno de los niños descubrió a unos hombres escondidos mientras jugaba, y avisó a gritos a los Carabineros que, antes de alcanzar a reaccionar, se vieron súbitamente rodeados de un enorme contingente de unos cien gendarmes argentinos, fuertemente armados y en una actitud prepotente. Al menos dos periodistas los acompañaban, "corresponsales de guerra" fotografiando con alardes de héroes los hechos. Comenzaron a acercarse amenazantes hacia el Mayor Torres, quien, por estar con la guardia abajo se encontraba desarmado e intentaba parlamentar con ellos. Craso error: los gendarmes argentinos comenzaron a apuntar y a disparar. El Teniente Merino, al advertir la delicada situación, corrió hacia su superior, fusil en mano, para disuadir a los gendarmes que lo emboscaban. No disparó tiro alguno.
Sin provocación, sin una razón clara y con una saña bruta, el destino fatal del Teniente Merino fue cerrado de una certera ráfaga. Otra bala hirió al Sargento Manríquez, al intentar responder inútilmente al fuego.
Al cesar los disparos, el cuerpo de este hombre que salvó vidas humanas, que fuera ejemplo de vocación y servicio para toda una institución y que sacrificara la propia comodidad de su existencia por una causa soberana, yacía tendido sobre las hojas del frío bosque austral, muerto, ido de este mundo.
Ante el asombro y estupor de los chilenos, un subalférez del grupo de gendarmes justificó a sus hombres, con el cuerpo del Teniente Merino a sus pies, rugiendo: "¡Ustedes tienen la culpa por no haberse ido antes de aquí...!"
Continuando con el increíble acto de matonería, los chilenos fueron tomados detenidos en su propio suelo patrio y llevados en avión hasta Río Gallegos y luego al Regimiento N° 181 de Combate del Ejército Argentino. Dos largos días pasarían allí antes de ser devueltos.
Mientras tanto, en el Retén de Lago O'Higgins llegaban desde el Aeropuerto de Cerrillos de Santiago los hombres de un amplio contingente de Carabineros con la orden de resistir un eventual ataque, pues las autoridades daban por hecho la posibilidad de un conflicto. Entre ellos, se encontraban el Coronel Adrián Figueroa y el Capitán Rodolfo Stange, posterior Director General de Carabineros y precisamente, uno de los Senadores que años más tarde se opondría a las revisiones territoriales con Argentina. Stange esperó hasta el último momento la orden de ataque con sus hombres listos para en enfrentamiento, pero la orden no llegó jamás. Se consolidaba, de este modo, a alevosa invasión argentina al territorio de Laguna del Desierto.
Los restos del héroe chileno fueron trasladados hasta Santiago, tras ser desembarcados en Cerrillos. Fue recibido por altos funcionarios de Gobierno y de Carabineros.
Gendarmes argentinos, más de 90, movilizándose sigilosamente en "acciones de guerra" hacia Laguna del Desierto, donde iba a tener lugar la tragedia. Las fotografías fueron captadas con gran parafernalia y sobreactuación por los propios medios argentinos (Revista "Gente y Actualidad", Buenos Aires, Nov. 1965).
Lo que afirmó entonces
la propaganda argentina
La explicación a esta miserable agresividad la encontramos en el propio relato de los hechos dada por los victimarios y las versiones que han circulado en Argentina sobre lo que tuvo lugar aquella trágica jornada de 1965.
La explicación, en verdad, se configuró aún antes de los hechos, cuando los gendarmes argentinos fueron enviados a invadir la Laguna del Desierto armados hasta los dientes, en avance sigiloso y en un fingido e irreal "estado de guerra", como tantas veces lo ha hecho antes y después. Saltando de árbol en árbol, arrastrándose entre la vegetación, punta y codo con ametralladoras en mano, y -por grotesco que suene-, hasta con los "corresponsales de guerra" que hemos señalado, los argentinos jugaron a los soldaditos rumbo al sector donde se sabía de antemano la presencia de los Carabineros chilenos, con la "misión" de "expulsar a los chilenos del territorio argentino", según palabras textuales de la prensa bonaerense.
Los siguientes extractos son absolutamente reales y, por burdos e increíbles que parezcan, fueron lo que aquellos "corresponsales" publicaron en la revista de Buenos Aires "Gente y Actualidad" con la explicación oficial de los hechos, demostrándonos hasta qué punto puede tocar a una nación una fiebre de delirio bélico y triunfalista.
"Diario de un testigo", titula la crónica el "corresponsal" Julio Landívar. Inicia su reporte dando connotaciones de valor a la "misión peligrosa" que se les ha asignado a los gendarmes, para "ir al encuentro de los invasores". Alternando el cuento de caballeros y dragones modernos con las imágenes captadas por el otro "corresponsal", el fotógrafo Forte, el periodista indica que "la tropa va tomando ubicación. Unos se esconden tras los árboles. Otros, tras los troncos caídos...", para entrar a "la primera línea de fuego" (!!!). A continuación, Forte capta la fotografía donde se ve claramente al Mayor Miguel Torres ABSOLUTAMENTE DESARMADO, y, sin embargo, Landívar dice bajo la misma que "Su terquedad OBLIGO A LA LUCHA. Segundos después de tomada esta foto, SE DESENCADENABA LA BATALLA" (los destacados son nuestros). Y después señala: "jugaban dos pequeños hermanos Sepúlveda, que después ESCAPARON de la mano de un Carabinero".
Increíblemente, un hombre desarmado, acompañado de niños indefensos, detona un enfrentamiento con más de 90 gendarmes. Y es más: la casucha que habían levantado en menos de una hora los carabineros, era descrita ahora como una "fortificación", y seguramente era tal a los ojos de la megalomanía de aquellos verdugos.
La descripción que se hace de la "batalla" ya no puede ser más ridícula, comparable sólo a las bombas atómicas imaginarias de Perón. Según el reporte, el Teniente Merino habría corrido hacia los gendarmes (ojo: uno contra cien) y habría tenido tiempo de gritarles a los argentinos (hasta en un lenguaje con sus modismos porteños) mientras pasaba el tiro de su fusil: "Desgraciados... Los vamos a barrer a todos. A mi Mayor nadie le va a tirar...", palabras que detonaron la balacera... Balacera en la que Merino no alcanzó a disparar ni un tiro.
Acto seguido, Landívar confiesa: "Me paralicé. A partir de ese momento se acabaron mis fuerzas. Desde el suelo y detrás del tronco traté de ver lo que pasaba". Y luego, añade con extravagancia, que las balas pasaban "rozándome la cabeza" (a pesar de que sólo Manríquez había tratado de disparar antes de caer herido). "A mi frente el enemigo, a mis espaldas el grueso de la Gendarmería. A mi derecha el peligro siempre latente de un balazo en la cabeza de Forte. Su imprudencia me aterraba. Nos miramos. Aún estábamos vivos".
Al ver el cuerpo de Merino, admite que "...intentaba hablar, pero no salían sus palabras"; con indignante desparpajo, agrega: "...volví a mirar al herido y, cosa curiosa, ya no sentí compasión". No contento con todo lo anterior, el reportero de "Gente y Actualidad" continúa en su exposición de absurdos indecibles. Luego de definir que aquella "batalla", era "la más cruenta librada en la zona", en que en realidad los chilenos terminaron con un muerto y un herido, habla de la llegada al puesto en donde, como se usa en la guerra (las guerras de verdad) la bandera del derrotado es bajada cuidadosamente, para ser sustituida por el vencedor. Este acto de pintoresco y cursi detallismo itálico, casi barroco, es descrito como "...el respeto por el vencido, olvidando las amargas cosas sufridas".
Esta versión de los hechos recién relatada, fue confirmada poco después en un programa argentino de TV en todos sus estrafalarios detalles, donde se invitó a los uniformados que participaron del asesinato, presentándolos como "Héroes de Guerra". Una entrevista radial al General Osiris Villegas, llegó más lejos, justificando el acto vil y cobarde de sus gorilas de gendarmería como una reacción natural "a la tradicional política limítrofe de Chile".
A las pocas horas del asesinato, los medios de prensa y autoridades argentinas declaraban -con hipocresía enmudecedora- que el retiro en la zona de Carabineros de Chile se estaba cumpliendo para "...facilitar la ocupación pacífica de la zona por tropas de Gendarmería Nacional y permitir así el ejercicio de la soberanía argentina" y no para las labores de la Comisión Mixta como se había acordado, justificando así el crimen.
En Argentina, actualmente, se ha llegado al descaro de decir que su Gendarmería nunca ha tenido cerca de Laguna del Desierto los más de cien hombres que atacaron a los Carabineros Chilenos en 1965. Sin embargo, sólo en esta fotografía de la revista argentina "Gente", con gendarmes rescatando al Gobernador de Santa Cruz luego de un accidente, por aquellos días y muy cerca del lugar de los hechos de 1965, captamos más de 40 uniformados sólo dentro del marco de encuadre. ¿Cuántos no alcanzaron a salir en la imagen? ¿20, 40 o 100 más?
Epílogo y homenaje
Las circunstancias previas y posteriores a la muerte del Teniente Merino deben dejarnos en claro una cosa: el estado de concienciación expansionista y militarizada de la sociedad argentina, que aflora en determinados períodos históricos, ha hecho a aquella nación absolutamente moldeable a esquemas artificiales del contexto de guerra, como ya lo hemos visto desde los tiempos de las negociaciones sobre la Patagonia, hasta la crisis del Canal Beagle, pudiéndose hablar incluso de una tendencia hacia la guerra de baja intensidad a lo largo de la historia de sus relaciones con Chile. El comportamiento honesto, la hermandad y la predisposición chilena de enfrentar estos problemas en forma pacífica, siempre serán vistos como cobardías y oportunidades de subir la presión por parte de un expansionismo que se ha formado para y por los cánones que quedaron manifiestos claro aquel día.
El shock de la muerte del Teniente Merino motivó comunicados públicos del Gobierno y la reunión de todos aquellos que le conocieron y le valoraron. Fue sepultado con honores en el Cementerio General, en presencia de las autoridades de la época, encabezados por el propio Presidente de la República, Eduardo Frei Montalva.
Su cripta se convirtió en lugar de frecuentes romerías y peregrinaciones para los patriotas chilenos en los últimos años. La propuesta de trasladar sus restos hasta el Monumento a los Mártires de Carabineros dignificó más aún el sitial histórico de este héroe, cuya alma pasea hoy por los bosques y los hielos australes. La memoria de su vida es nuestro ejemplo para vivir, y la memoria de su muerte también será nuestro ejemplo para morir, si es necesario.
Pero el destino quiso agregarle otro símbolo increíblemente significativo al ejemplo solemne del Teniente Merino, aún después de su propia muerte física...
Décadas después de estos hechos, estaba en Antofagasta, la tierra natal del Teniente Merino, don Carlos Merino Briceño, el sobrino de nuestro héroe, hijo de su hermano Carlos. Para entonces Teniente, actualmente es Capitán de Carabineros y ha seguido el mismo amor familiar por el uniforme verde oliva. Allá, en una ocasión, la voluntad suprema decidió ponerlo a pruebas de fuego como a las que sometió su tío y, un día de aquellos, se vio en la necesidad de rescatar a unos gendarmes argentinos atrapados en las nieves de la localidad cordillerana de Socompa. Él, que tenía siempre fresco el recuerdo imperecible de su tío asesinado; él, que debió sufrir la muerte a mansalva de su pariente; él, que vivió en carne propia las consecuencias de una tragedia familiar, actuó sin chistar, haciendo gala de un honor de Institución y familia, y salvó la vida a los hombres que usaban el mismo uniforme de los asesinos que dieran muerte al Teniente Hernán Merino Correa.
Teniente de Carabineros HERNÁN MERINO CORREA
"Ese fue el amor de Hernán Merino Correa, una estrella fugaz de heroísmo de nuestra Patria. El hombre que se arroja a salvar una mujer que se ahogaba en las turbulentas aguas del Biobío, que junto a civiles y religiosos rescata al único sobreviviente de un accidente aéreo en Cerro Pérez, del Fiordo de Aysén, el que Ofrenda su vida en defensa del territorio nacional y de los sacrificados colonos australes a los pies del magnífico cerro sagrado y temido de los tehuelches, el Chaltén o Fitz Roy".
(Senador Antonio Horvath Kiss, en prólogo para libro "A la Sombra del Monte Fitz Roy", del General René Peri Fagerström)
"A una generación de la muerte heroica del Teniente Hernán Merino Correa, su figura comienza a perfilarse históricamente con todas las características del héroe clásico: una causa justa, un escenario majestuoso rodeado de selvas y montañas pocas veces holladas por el hombre, el cumplimiento de un juramento solemne, un código de Derecho Internacional avalando su conducta, un grupo de hombres sufridos y audaces empeñados en una misión que debió haber sido de paz y, sobre todo, un pasado inmaculado que acompañó a Merino desde que comenzó a hacerse Oficial y ciudadano en los patios severos de la Escuela de Carabineros, joven, apuesto y amado."
( "A la Sombra del Monte Fitz Roy", del General René Peri Fagerström)
"Supo cumplir con honor la promesa hecha a la Patria tan querida ante el emblema de la estrella solitaria. Ese símbolo que tanto significa en nuestras vidas, fue testigo de su heroico sacrificio. Con el blanco de las nieves de las altas cumbres, el azul puro del cielo y el rojo de la sangre varonil, nuestro pabellón comprende el acto valeroso y patriótico del Teniente Merino. Igual que O'Higgins o los hermanos Carrera, perdurará en nuestro recuerdo su noble gesto."
(Revista de Carabineros de Chile, edición noviembre de 1965)
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LEY ASCENSO A GRADO DE GENERAL, 1966