ASESINATO DEL CAPITAN DE LA ARMADA ARTURO ARAYA PETERS, 
EDECAN DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA SALVADOR ALLENDE,
SANTIAGO, 27 DE JULIO DE 1973






“El Edecán naval del Presidente de la República, Capitán de Navío Arturo Araya Peters, fue asesinado por una ráfaga de metralleta en el balcón de su propia casa. Según declaraciones posteriores de su esposa, el comandante Araya sintió a medioanoche una detonación en las inmediaciones de su residencia y, armado, se asomó para investigar el origen de la explosión, siendo ultimado a mansalva”. (“Breve Historia de la Unidd Popular”, Documento El Mercurio, 1974)







27 de julio
“Denunció Carlos Altamirano, Secretario General del Partido Socialista, que los asesinos del Comandante Araya fueron elementos de “Patria y Libertad”... “Esto demuestra a los extremos que está dispuesta a llegar la derecha”. El Secretario General del Movimiento Nacionalista Patria y Libertad, Roberto Thieme, se pronunció sobre la muerte del Edecán presidencial enviando desde la clandestinidad el siguiente mensaje a la Armada Nacional: “Este nuevo atentado corresponde a la más fría, cerebral y maquiavélica decisión del marxismo-leninismo. Es la única forma de distraer al país de las grandes consecuencias del fracaso político, social, económico y moral más grande de nuestra historia. Estamos concientes de que el gobierno y sus seguidores tratarán por todos los medios de culparnos directamente de este hecho...”...” (“Breve Historia de la Unidad Popular”, Documento El Mercurio, 1974)

29 de julio
“Su asesinato, hecho increíblemente injusto y cobarde, marca una etapa de la crisis moral”, afirmó el Presidente Allende al despedir los restos mortales de quién fuera Edecán Naval suyo, el Comandante Arturo Araya”. (“Breve Historia de la Unidd Popular”, Documento El Mercurio, 1974)







"Los Mil y Un Días de Allende", Arturo Fontaine y Miguel González, 1997






 

"Chile, La Conjura, Los Mil y Un Días del Golpe", Mónica González, 2000

 
 

HIJOS DE EX EDECAN DE ALLENDE SE QUERELLAN POR ASESINATO
 
(www.emol.com, 10 de Septiembre de 2003 14:24

Una querella contra quienes resulten culpables del crimen del comandante de Marina Arturo Araya presentó hoy la familia del ex uniformado, asesinado por extremistas en julio de 1973, cuando se desempeñaba como edecán naval del Presidente Salvador Allende.

La querella fue presentada por los hijos del asesinado oficial, quienes anunciaron que además pedirán la anulación del juicio que en la época de los hechos siguió el Juzgado Naval de Valparaíso.

Ese juicio "adoleció de muchos vicios procesales", precisó Arturo Araya, hijo mayor del oficial muerto, de profesión abogado.

El comandante Araya fue asesinado en la puerta de su domicilio, situado en el sector santiaguino de Providencia, el 27 de julio de 1973 y la oposición al Gobierno de Allende acusó del hecho a grupos de izquierda.

Sin embargo, en pocos días se estableció que el crimen fue cometido por miembros del grupo "Patria y Libertad", que utilizó el terrorismo para combatir contra el gobierno de Allende.

"En ese tiempo se tergiversaron las razones del homicidio y se acusó falsamente a la izquierda", señaló Arturo Araya a los periodistas.

Recordó además que en el proceso que siguió el Juzgado Naval, a pesar de que la policía detuvo a autores, cómplices y encubridores del crimen, sólo se condenó a uno de ellos, Guillermo Clavería.

"El fiscal pidió una condena de 20 años en su contra, pero el juez naval lo condenó a sólo tres años, de los que cumplió apenas unos meses, pues el gobierno de (Augusto) Pinochet lo indultó rápidamente", indicó Arturo Araya.



LAS PRUEBAS QUE APUNTAN A UNA CONSPIRACIÓN PARA ASESINARLO


¿Quién mató al comandante Araya?

(www.lanacion.cl, 20 de marzo de 2005)

La madrugada del 27 de julio de 1973, segundos después de las ráfagas que se escucharon en la calle Fidel Oteíza, ocho personas sintieron otros disparos. Tres de ellas, René Claverie Bartet, Guillermo Perry González y César Palma Ramírez, distinguieron claramente que fueron dos tiros. Elsa Moder Echeverría dijo en el proceso que los escuchó “más débiles, en forma distanciada”. Rafael Mardones Saint-Jean los oyó “como si fueran de otro calibre, distintos a las ráfagas”. Estamos en la escena del crimen del edecán naval de Salvador Allende, el comandante Arturo Araya Peeters.

Esa noche del 26 de julio de 1973 el comandante Araya acompañaba al Presidente Allende en una recepción en la embajada de Cuba. La situación política en el país era extremadamente tensa y la derecha y la ultra derecha clamaban por el golpe de Estado. Un mes antes oficiales del ejército habían protagonizado la asonada conocida como “El tancazo” frente a La Moneda. En este escenario de conflicto, Allende intentaba sumar fuerzas buscando un acuerdo con la Democracia Cristiana para consensuar cambios en su programa de gobierno.

Un par de días antes del atentado al edecán, los dirigentes del grupo armado de ultraderecha Patria y Libertad, Roberto Thieme y Miguel Cessa, se reunieron en un departamento de Vitacura con dos oficiales de la Armada. Uno de ellos del cuerpo de almirantes. Los oficiales les informaron que el día 25 de julio de 1973 se iniciaría en el país un nuevo paro nacional y que para incrementar la tensión requerían que Patria y Libertad realizara atentados dinamiteros. Con ello, la facción golpista de la Armada sellaba un pacto con Patria y Libertad. Pero necesitaba algo más.

Una chispa para desatar el pandemonio. El asesinato del comandante Arturo Araya Peeters pudo haber sido esa chispa, así como el homicidio del general Prats también pudo haberlo sido tres años antes. Al menos así lo pensaron los que organizaron el complot para matarlo.

ALGO NO CUADRA

En los muros de la casa de Fidel Oteíza 1953, en la comuna de Providencia, donde vivía el capitán de navío Arturo Araya Peeters, quedaron marcados, pasada la 01.30 horas de ese día 27, cinco impactos de proyectiles. Con la bala que mató al edecán sumaron seis los disparos hechos en dirección al balcón del segundo piso de su casa, que miraba directo al norte, hacia avenida Providencia.

Pero sólo hallaron cuatro vainillas. Los policías civiles de Homicidios rastrearon el lugar y alrededores esa misma madrugada y regresaron con luz de día. No encontraron más que las cuatro vainillas de los disparos hechos desde la calle en dirección al balcón donde se encontraba el edecán, con su metralleta Walter calibre 9 mm en la mano izquierda. Pero los disparos de ataque fueron seis. Las otras dos vainillas nunca aparecieron.

René Claverie disparó tres tiros en ráfaga hacia el balcón. Lo hizo con un rifle automático Marcatti “tipo Batán”, desde el nivel de su cintura y moviéndolo en “forma de abanico”. De acuerdo a peritajes y a la reconstitución de escena realizada el 7 de noviembre de 1973, Claverie hizo fuego parapetado en un pilar de la reja del antejardín, de abajo hacia arriba, pues el balcón estaba a 4,5 metros de altura, y de derecha a izquierda con relación a la posición del edecán en el balcón.

Otro integrante del grupo armado, Carlos Farías Corrales, disparó con un revólver Pasper calibre 22 el cuarto tiro desde una posición similar a la de Claverie.

Al darse cuenta del ataque, el capitán Araya lanzó una ráfaga con su metralleta, sin herir a ninguno de los integrantes del comando. Los hechos que sucedieron después ocurrieron muy rápido. “(Araya) disparó una ráfaga en dirección al norte”, dijo Claverie en el proceso. “Él disparó hacia el frente”, afirmó Alicia Moder, la esposa del comandante. Lo claro es que, teniéndolos a tiro desde arriba, el edecán no apuntó contra los nueve jóvenes que estaban en la calle. A pesar de la búsqueda policial, ninguno de los siete proyectiles disparados por el capitán fue encontrado, salvo las correspondientes siete vainillas recogidas en el balcón.

PRIMERAS SOSPECHAS

Mardones, uno de los atacantes, declaró que entre el tiroteo se tiró al suelo y se cubrió la cabeza con los dos brazos. “Cuando me levanté, vi que el señor del segundo piso retrocedía hacia el interior”. Lo que Mardones dijo a continuación resume el núcleo del misterio de esa noche. Es la pista cifrada del enigma, todavía sin aclarar, de aquellos segundos en los que se extinguió la vida del comandante Araya.

“Cuando yo estaba tendido y me cubría la cabeza con los brazos, sentí disparos de otro calibre, distintos a la primera ráfaga”. Es el preciso instante en que aquellos dos disparos “como si fueran de otro calibre, distintos a las ráfagas”; los mismos que Claverie, Perry y Palma Ramírez declararon escuchar, fueron hechos en contra del comandante. Perry y Palma formaron parte de los atacantes. Elsa Moder y Armando Michell eran parientes de la esposa del edecán.

Carlos Farías precisó los hechos que ocurrieron inmediatamente después, cuando el grupo corrió por Fidel Oteíza hacia Pedro de Valdivia al oriente, esquina ubicada a 95 pasos desde la casa del edecán. “Cuando yo y algunos más llegamos a la esquina de Fidel Oteíza con Pedro de Valdivia se continuaron sintiendo disparos. Por ello, presumo que, fuera de los dos que ya habían disparado (Claverie y él), hubo otra persona más que se quedó replegada y que también disparó, o mejor dicho, podría haber disparado contra la casa del edecán”.

La conclusión de Farías es similar a la del abogado Raúl Tavolari Oliveros, quien entonces asumió la defensa de Claverie, acusado y condenado por el Juzgado Naval de Valparaíso y la Corte Marcial Naval como quien mató al edecán con uno de los tres balazos que hizo esa noche.

“Para producir su muerte, al comandante Araya se le disparó desde un lugar diferente de aquel en que estuvo Claverie”, dijo Tavolari al contestar la acusación a su defendido en el juicio. Frase breve que entonces resultó irrelevante para los jueces navales. La justicia naval dio por acreditado que el edecán del Presidente Allende murió por uno de los tiros hechos por Claverie, y que el ataque fue “fortuito”, porque “se encuentra fehacientemente acreditado en el proceso que tanto el hechor como sus compañeros no conocían absolutamente la calidad militar de la víctima. El acto estuvo dirigido a ultimar a un extraño y no a un militar (...) sin ninguna preparación previa”, dice la sentencia.

LA NUEVA PISTA

Sin embargo, 32 años después las cosas toman otro rumbo y una pista aportada hace un par de semanas por un ex policía civil que integró el grupo que indagó el crimen antes del golpe de Estado, amenaza con echar abajo la verdad oficial que la justicia naval estableció sobre el asesinato después del golpe militar.

De acuerdo a los peritajes balísticos, ninguna de las armas encontradas disparó el proyectil calibre 22 Long Rifle que mató al edecán, ni disparó las cuatro vainillas (tres marca Orbea y una marca Remington) calibre 22 Long Rifle encontradas en la calle frente a la casa del edecán. Otras siete vainillas halladas en Providencia con Lyon fueron percutadas por la misma arma que disparó frente a la casa del edecán las tres vainillas Orbea. Pero el arma que usó Claverie, de la cual presumiblemente provinieron los disparos que arrojaron las 11 vainillas Orbea referidas, desapareció. Por ello, nunca se pudo establecer científicamente que fue ese rifle automático el que las disparó.

A pesar de ello, la justicia naval dio por establecido que una de las cuatro balas cuyas vainillas se hallaron en la calle frente a la casa “impactó al comandante Araya y le causó la muerte”, no obstante que ninguno de los peritajes balísticos emitidos antes del golpe militar estableció esa conclusión. Salvo dos emitidos después del 11 de septiembre de 1973. Pero incluso estos dos informes son ambiguos, porque, por otro lado, defienden lo establecido en la autopsia respecto de la trayectoria de la bala homicida.

El antecedente entregado por el policía retirado a los hijos del edecán, Enrique y Arturo, es coincidente con múltiples antecedentes del proceso, en cuanto a que el atentado al comandante Araya fue un complot bien organizado y coordinado, en el que esa noche actuaron tres grupos concertados. LND estudió las 2 mil fojas de los 6 tomos del expediente.

AUTOPSIA Y PERITAJES

Según el informe de la autopsia al edecán, “la trayectoria intracorporal seguida por el proyectil, estando el cuerpo en posición normal, es de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha y ligeramente de arriba hacia abajo. El disparo corresponde a los llamados de larga distancia en medicina legal y es de tipo homicida”.

Por lo tanto, según las leyes de la física y la balística, el edecán nunca pudo morir por uno de los cuatro disparos hechos desde la calle por Claverie o Farías, si el balcón donde estaba se encontraba a 4,5 metros de altura desde el suelo. Tampoco pudo ocurrir de esa manera, porque Claverie disparó, de acuerdo a la reconstitución de la escena, “de derecha a izquierda” en relación con la ubicación del edecán.

Y si el disparo correspondió a aquéllos de “larga distancia” y del “tipo homicida”, vale decir hecho medidamente con la intención cierta de causar la muerte de alguien, distinto a la ráfaga “en abanico” que lanzó Claverie, ¿quién disparó entonces “ligeramente de arriba hacia abajo” y de “izquierda a derecha” según la trayectoria de la bala homicida periciada por la autopsia?

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos de bala en los muros de la casa. “Tres adyacentes a la ventana del dormitorio; uno en el borde superior de la persiana en la ventana (del dormitorio); y uno en las inmediaciones del lugar donde fue herido el comandante Araya”. (ver infografía).

Esta descripción encierra otra parte del misterio. Porque las vainillas halladas frente a la casa fueron cuatro, pero hubo cinco impactos de bala en los muros. ¿Quién disparó el quinto proyectil y desde dónde, y por qué no se halló la vainilla de ese quinto disparo, ni tampoco la del sexto tiro que mató al edecán?

CONTRASTES

“A su padre lo mató un tirador escogido que le disparó desde el frente, de esa casona que todavía existe y que era un colegio de monjas”, les dijo a los hijos del edecán el oficial de investigaciones retirado. Les afirmó que a esa conclusión llegaron, pero que vino el golpe y no alcanzaron a consignarlo en un informe escrito.

De acuerdo a las fotografías del informe de la reconstitución de escena, el comandante enfrentó el ataque con su cuerpo levemente girado a la derecha. Vale decir, presentando más sobresaliente la parte izquierda de su tórax. Y la autopsia sostuvo que la bala entró y se alojó en su tórax “de izquierda a derecha”.

De acuerdo con todo esto y a la información del policía, se puede desprender que habría sido un tirador escogido quien, desde ese lugar, habría hecho los dos disparos que varios escucharon segundos después de las ráfagas de Claverie, el tiro de Farías y las ráfagas del edecán.

¿Correspondía el proyectil que dio bajo el borde del balcón, al mismo tipo de bala que mató al edecán? Los hijos del comandante se interrogan por qué el Juzgado Naval de Valparaíso no investigó estas cuestiones que ahora resultan vitales para aclarar el crimen de su padre.

En el proceso actuó como fiscal el capitán Aldo Montagna Barghetto y como secretario el oficial naval Jorge Garretón Iturra, ex cónsul general en Caracas. Juez naval fue el contraalmirante Arturo Troncoso Daroch, siendo auditor de la Armada el capitán Enrique Campusano Palacios.

UN COMPLOT

Bajo estas nuevas luces, el análisis del expediente confirma que el crimen del edecán Araya fue parte de un complot, en el que esa noche actuaron tres grupos coordinados. No obstante, la sentencia del Juzgado Naval afirmó que “el homicidio tuvo lugar sin ninguna preparación previa”. Horas antes del crimen, a las seis de la tarde del 26 de julio de 1973, Claverie y Guillermo Bunster conversaron con los dirigentes de Patria y Libertad “Miguel Cessa, un tal Alonso y otros cuyos nombres no recuerdo”, dijo Claverie. A las 20:30, ambos se fueron a la casa de Jorge Ehlers Ölkers y su yerno Alejandro Ellis. Éstos les dijeron, según Claverie, que los estaban buscando para que juntaran a su grupo, porque esa noche había que crear el caos en un sector de Providencia “porque la Marina se deja caer esta noche sobre Santiago”. Ehlers les consiguió la Marcatti 22 largo y les dio una caja de miguelitos.

El grupo se juntó en la casa de Bunster. Cada uno salió con un arma. A las 23 horas, Ehlers y Ellis les dieron el vamos. Esa noche el edecán Araya acompañaba al Presidente Allende en la recepción en la embajada de Cuba. El capitán llegó a las 00:30 horas del día 27 a su casa.

El grupo comenzó a dar vueltas por el sector. “Nos empezamos a aburrir”, dijo Alejandro Figari, otro integrante, hasta que “Claverie nos dijo que la señal era una bomba”. El primer bombazo, en Carlos Antúnez, era la indicación para que Juan Zacconi y Guillermo Necochea entraran por Pedro de Valdivia y bajaran por Fidel Oteíza al poniente, para lanzar la segunda bomba frente a la casa del edecán con el fin de hacerlo salir. “Pensamos que ya no habría golpe de Estado esa noche, cuando sentimos la explosión”, dijo Zacconi.

“Al oír la explosión cerca de Pedro de Valdivia, llegaron los Perry, Palma, Farías, Claverie y Bunster”, dijo Andrés Potin, otro concertado. “Claverie nos dijo que entráramos por Carlos Antúnez y dobláramos por Fidel Oteíza”, afirmó Figari. Todo coordinado.

Palma, Figari, Potin fueron después agentes del Comando Conjunto.

El asesinato del edecán Araya está siendo nuevamente investigado por la jueza del 17º Juzgado del Crimen de Santiago, Patricia González. La magistrada dictó esta semana una orden de investigar a la Brigada de Asuntos Especiales y Derechos Humanos de la policía civil. A ello se suma otra querella que los hijos del edecán interpusieron el viernes en contra de Jorge Ehlers y otros civiles que formaron parte del complot.


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