ALUVION, ANTOFAGASTA, 18 DE JUNIO DE 1991









LAS HERIDAS DEL ALUVION

(www.mercurioantofagasta.cl, Junio 2002)

92 muertos, 16 desaparecidos y millonarias pérdidas materiales causó el aluvión de 1991. Algunos de sus protagonistas volvieron a recordar los dramáticos hechos.

La noche del aluvión cambió la historia de Antofagasta. Un mortal torrente de agua y lodo arrasó barrios enteros y le quitó la vida a decenas de antofagastinos.

Mañana, cuando caiga la noche, se volverá a abrir la herida más grande que ha sufrido Antofagasta en toda su historia.

La oscuridad marcará el preámbulo de aquella madrugada del martes 18 de junio de 1991, cuando la muerte bajó desde los cerros envuelta en un manto de lodo y escombros.

En la Villa El Salto, uno de los sectores más afectados por el aluvión y ubicado junto a la salida de la ciudad hacia Calama, los deudos de los 40 muertos que el fenómeno dejó en dicha población iniciarán la vigilia que realizan todos los años para recordar a quienes tuvieron la desgracia de habitar en una zona desprotegida frente a los embates de las lluvias.

Tres horas de llovizna terminaron en unos cuantos minutos de fuertes precipitaciones que, sumadas, completaron 45 milímetros de agua caída en un solo día, registro totalmente inusual en una ciudad donde lo normal son 1,7 milímetros anuales.

El trágico saldo fue de 92 muertos y 16 desaparecidos, además de daños materiales por cerca de 70 millones de dólares, entre los que se cuentan 2 mil 464 viviendas afectadas, 493 de las cuales resultaron completamente destruidas.

DOLOR

Pero definitivamente el dolor, la pena y las pesadillas son los efectos más perdurables.

Amalia Caro, quien aún vive en la Villa El Salto, jamás podrá olvidar el aluvión proveniente de la quebrada La Cadena que se llevó a su madre Berta y a sus hijos Sonia (2) y Johnny (5).

"Cuando empezó la lluvia también salió viento y el aire estaba tibio, con un ambiente muy pesado. Comenzó a garugar primero hasta que terminó con una lluvia tan fuerte que parecía granizo sobre los techos. Algunos vecinos se levantaron porque antes ya una vez había bajado la quebrada, aunque de día, pero de pronto sentimos un ruido enorme como cuando pasaban los camiones de Chuquicamata", recordó.

Han pasado once años, pero lo que vino después aún le resulta difícil de describir, cuando miles de toneladas de material se precipitaron sobre la indefensa población.

El rodado penetró a la casa de Amalia por todos lados y el grupo familiar tuvo que subirse al techo, el que de todas formas igual se vino abajo. Cayeron a la vivienda contigua, la que a esa altura se había convertido en una "isla" que rápidamente fue socavada por el aluvión.

MUERTE

"Vino una avalancha y un caballero apareció junto a nosotros desde abajo del agua. Le pedí por favor que agarrara a mis niños, pero igual fueron arrastrados. Traté de tomar a mi mamá, pero se me soltó de la mano y el último grito que dio jamás lo he podido olvidar. Yo fui a parar unas cuadras más abajo, luego algo me golpeó y me di cuenta que era mi marido. Le pregunté por los niños y lo único que él había visto es que la más chiquitita se había hundido abajo de un muro que le cayó encima", manifestó.

Desde ese lugar y a través de la oscuridad, Amalia pudo recién mirar hacia el cerro y ver efectivamente qué es lo que le estaba pasando a su población: un río oscuro y pesado destruía todo a su paso, con el marco de fondo de un sordo ruido sólo interrumpido por innumerables gritos de auxilio y dolor que pasaban rápidamente junto a ella.

MILAGRO

Aquella fatídica noche, la familia de Amalia Caro fue protagonista de uno de los hechos más sorprendentes de la jornada. Su otra hija, Evelyn Pérez Caro, de seis años en ese entonces, también desapareció entre la noche.

Unas horas más tarde, vecinos del sector cercano a la ex CCU (hoy Antofagasta Shopping), observaban las grandes cantidades de material que las lluvias habían llevado hasta ese sector costero. Entre los escombros notaron un movimiento, el que en un primer momento atribuyeron a un perro, pero que al escuchar quejidos identificaron como una niña.

Entumecida y llena de contusiones por todos lados, nadie podía imaginar que la menor había sido arrastrada por el aluvión desde la Villa El Salto, allá en los cerros, y que providencialmente una pandereta detuvo su precipitada caída al mar, lo que le habría significado la muerte.

Hoy, Evelyn -quien fuera llamada "La Niña del Milagro" o "La Niña del Aluvión"-, tiene 17 años, cursa el segundo año medio en el Liceo Marta Narea Díaz (ex Liceo de Niñas) y recuerda vívidamente su odisea.




BIBLIA

Cuando se estaba destruyendo su casa, su abuela le pasó una Biblia, aunque ella de todas formas no es una de la principales partidarias de un milagro.

Arrastrada por la corriente en la oscuridad, sus recuerdos son más que nada del agua que la hundía y la dormía, para después sacarla a flote de nuevo. Una y otra vez.

Hospitalizada varias semanas en el Hospital Regional, otro capítulo en su dramática historia fue que a su madre se le dio por muerta (a su vez que a ésta se le dijo que todos sus hijos habían perecido), produciéndose al final un emotivo y muy esperado reencuentro.

QUEBRADAS

Pese a que el dolor se concentró en el sector norte, se esparció a lo largo de toda la ciudad.

De hecho, fueron varias las quebradas que provocaron daños, de las cuales las más perniciosas resultaron ser La Cadena, Salar del Carmen, Baquedano y El Ancla (las otras son El Huáscar, Jardines del Sur, Universidad de Antofagasta, Las Vertientes, Caliche, El Toro, Uribe, Riquelme, Farellones, Bonilla Norte y Sur, Club Hípico y La Chimba).

De todas ellas, transcurridos once años de la tragedia sólo se han realizado obras de defensa aluvional -pozas de decantación y muros- en el Salar del Carmen.

La priorización de estas obras, a un costo que superó los 4 mil millones de pesos, aseguraron que ante un nuevo aluvión la ciudad no quedará aislada y que habrá abastecimiento de agua potable.

Recientemente, las autoridades anunciaron que en octubre próximo se iniciarán los trabajos en la quebrada La Cadena (25 kilómetros de esta quebrada y otras afluentes) que costarán 4 mil 800 millones de pesos.

A eso hay que agregarle lo que demandará la limpieza de los 100 mil metros cúbicos de basura y escombros de la construcción que inescrupulosos han depositado en el sector.

TRANQUILIDAD

Pese a la tardanza, las obras vienen a dar tranquilidad a los sobrevivientes.

"Creo que las autoridades por mucho tiempo olvidaron, porque han pasado once años. Las piscinas aluvionales que van a construir son fabulosas, que nos permitirán vivir más tranquilos, pero cuando empiecen los trabajos ahí recién podré decir que se está tomando conciencia del problema", señaló Amalia Caro.

"Que hagan el proyecto, porque hay gente que igual seguimos viviendo acá. A mí no me gustaría irme, porque pese a todo tengo muy buenos recuerdos, aquí me crié con mi abuela y ahora con mi mamá", fue la opinión de su hija Evelyn, "La Niña del Milagro".














OCURRENCIA DE ALUVIONES DURANTE EL SIGLO XX EN ANTOFAGASTA

(http://www.scielo.cl/)

El estudio de secciones aluviales recientes, junto con el análisis de crónicas de periódicos y datos de precipitación, permitió precisar una cronoestratigrafía de eventos aluviales durante gran parte del siglo XX en Antofagasta (Vargas y Ortlieb, 1997). En las cercanías de la ciudad, la basura interestratificada en sedimentos recientes permitió inferir la época de su deposición, posteriormente a la fundación de Antofagasta a fines del siglo XIX (Tabla 2, Fig. 7). La información recopilada a partir del periódico 'El Mercurio de Antofagasta' permitió precisar la fecha exacta de ocurrencia de aluviones e inundaciones desde 1916, así como algunas características relacionadas con la ocurrencia de las tormentas y los flujos aluviales. Esta información es resumida en la tabla 3. En ella se señala que Antofagasta ha sido afectada por inundaciones de importancia en siete ocasiones entre 1916 y 1995, pero que en sólo cinco de estas oportunidades ocurrieron aluviones: el 21 de agosto de 1930, el 12 de junio de 1940, el 24 de mayo de 1982, el 27 de julio de 1987 y el 18 de junio de 1991. Este último fue el evento más importante en relación a los volúmenes de material depositado y los daños provocados en la ciudad. Inundaciones, sin ocurrencia comprobada de aluviones, se originaron además los días 3 de julio de 1925 y 24 de julio de 1940. En todos los casos en que se generaron flujos aluviales las lluvias fueron intensas y duraron sólo algunas horas (<13 horas). En todas las ocasiones para las cuales se tiene información, los aluviones o inundaciones se generaron entre 1 y 4 horas despúes del inicio de las lluvias o después que éstas se tornaron intensas. Es interesante destacar que, el 27 de julio de 1987, antes de la ocurrencia de aluviones las lluvias se extendieron de manera débil e intermitente por cerca de 13 horas, sin generarse flujos, pero que al cabo de 1 hora de lluvia intensa éstos afectaron parte de la ciudad.

INTRODUCCION

La costa del Norte Grande de Chile se encuentra actualmente sometida a un clima de extrema aridez que se origina en complejos mecanismos de interacción océano-atmósfera-tierra (Lettau y Costa, 1978; Rutllant, 1977 ; Rutllant, 1985 ; Rutllant et al., 1998). En un contexto regional, el Anticiclón Subtropical del Pacífico Suroriental (APSO) somete a gran parte del margen oeste de América del Sur a una gran estabilidad atmosférica, originada en la subsidencia de aire seco y cálido que contrasta con el aire marino fresco y húmedo (Fig. 1). La prevalecencia, durante todo el año, de este rasgo de la circulación atmosférica de gran escala, limita o atenúa el desplazamiento hacia el norte de perturbaciones frontales provenientes del cinturón de los vientos del oeste en latitudes medias y altas. La circulación atmosférica superficial asociada con los bordes septentrional y oriental de este anticiclón no solo impulsa la corriente de Humboldt sino que además genera procesos de surgencia o afloramiento costero favoreciendo la persistencia de bajas temperaturas en la superficie del mar, que a su vez refuerzan la estabilidad asociada al APSO. Una capa de inversión térmica, resultante de la subsidencia anteriormente mencionada, caracteriza en forma casi permamente la atmósfera de la costa del Norte Grande a unos 1000 m de altitud (Fig. 2).




FIG. 1. Distribución de la presión atmosférica superficial (a nivel del mar), según Schwerdtfeger (1976), promediada para los meses de a- invierno austral (junio, julio, agosto), y b- verano austral (diciembre, enero y febrero) (20=1.020 mb, 96=960 mb . A: zona de divergencia superficial, o de alta presión; B: zona de convergencia superficial, o de baja presión). APSO: Anticiclón del Pacífico Suroriental. Las flechas negras indican la dirección del viento geostrófico. La flecha vacía indica la ubicación aproximada de la corriente oceánica fría de Humboldt.




FIG. 2. Esquema de los principales rasgos geomorfológicos y dominios climáticos de la vertiente occidental de la Cordillera de los Andes, 23°S. Se indica, también, la distribución vertical de la temperatura de la atmósfera baja en la costa, señalando la ubicación aproximada de la capa de inversión térmica.

Por otra parte la Cordillera de Los Andes, con más de 4.000 m de altura, constituye una barrera para la humedad proveniente del océano Atlántico y limita las lluvias de verano en el Altiplano ('invierno boliviano') a ocasionales lloviznas en la región preandina (Fig. 2).

Así, el desierto más árido del planeta se caracteriza en el área costera por el desarrollo de abundante nubosidad baja ('camanchaca'), temperaturas medias diarias entre 13°C (invierno) y 20°C (verano), y precipitaciones anuales promedio de 3 a 4 mm (H. Fuenzalida)1. La nubosidad baja, limitada en su desarrollo vertical por la base de la inversión térmica, es generalmente retenida por la Cordillera de la Costa que, con 1.000 a 2.000 m s.n.m., constituye una eficiente barrera a la penetración de humedad hacia el desierto interior. No obstante, perturbaciones atmosféricas atrapadas en la costa producen periódicamente entradas de camanchaca por levantamiento de la base de la inversión térmica (Rutllant et al., 1998)

Sin embargo, el Desierto de Atacama, y en particular la costa del Norte Grande en la cual se ubica la ciudad de Antofagasta, se ve esporádicamente afectado por tormentas convectivas que pueden generar escurrimientos aluviales de gran magnitud.

SITUACION GEOMORFOLOGICA DE ANTOFAGASTA

Antofagasta se encuentra ubicada en una angosta franja emplazada entre el Escarpe Costero, abrupto límite occidental de la Cordillera de la Costa, y la línea de costa (Fig. 3). Esta franja está constituida por terrazas marinas, en su mayoría pleistocenas, sobre las cuales se disponen abanicos aluviales de edad pleistocena a holocena. Su ancho varía entre 100 m en el sector sur (Caleta Coloso) y 3 km en la parte norte (sector de quebrada Las Conchas), y su altitud fluctúa desde el nivel del mar hasta aproximadamente los 250 m s.n.m., al pie del acantilado costero (Fig. 4). La disposición de las terrazas marinas confiere a esta franja una morfología escalonada, sobre las cuales se disponen los abanicos aluviales.



FIG. 3. Esquema de la situación geomorfológica de la ciudad de Antofagasta en el sector de Quebrada Baquedano (escala de edificaciones exagerada respecto de la morfología). Los flujos aluviales permanecen encajados en la quebradas hasta desembocar en la franja costera. La deposición aluvial ocurre, principalmente, en la superficie de los abanicos holocenos.




FIG. 4. Mapa topográfico del área de Antofagasta y sus alrededores, indicando los límites de las hoyas hidrográficas que drenan la vertiente occidental de la Cordillera de la Costa.

En el sector de la ciudad de Antofagasta, estos abanicos reciben aportes de una serie de quebradas mayores que drenan la Cordillera de la Costa, entre las cuales destacan, por el área de sus hoyas hidrográficas, La Chimba, Salar del Carmen, La Cadena y La Negra (25,6 km2, 33 km2, 21 km2 y 43 km2, respectivamente) (Fig. 4).

Las quebradas menores que desembocan en el sector central de la ciudad se asocian a hoyas hidrográficas de menor importancia areal, pero con un fuerte desnivel topográfico relacionado al Escarpe Costero (quebradas Farellones, El Ancla, Baquedano, Uribe y El Toro, con áreas de drenaje de 3,8 km2 , 1,3 km2, 0,6 km2, 0,5 km2 y 3,2 km2, respectivamente). En este mismo sector, los depósitos aluviales del Pleistoceno y Holoceno se caracterizan por una matriz de mayor granulometría, dada la menor disponibilidad de sedimentos eólicos en las áreas de drenaje. En los sectores norte y sur de Antofagasta, en cambio, al norte de la quebrada Bonilla, y al sur de las quebradas Caliche y La Negra, la mayor disponibilidad de sedimentos eólicos en las hoyas hidrográficas, o en la franja costera, favorece la generación de depósitos aluviales con mayor porcentaje de arena en la matriz (Fig. 5).




FIG. 5. Esquema geomorfológico de las unidades aluviales pleistocenas y holocenas del área de Antofagasta, en el sector central de la ciudad (adaptado de Vargas, 1996). Simbología: 1- abanicos aluviales holocenos; 2- abanicos aluviales del Pleistoceno medio-tardío; 3- conos aluviales y coluviales del Pleistoceno temprano-medio; 4- sedimentos coluviales del Pleistoceno tardío y Holoceno; 5- cubierta de sedimentos eólicos, 6- Formación La Negra; 7- terrazas de abrasión marina pleistocenas; 8- terraza de Antofagasta (Plioceno tardío-Pleistoceno temprano); 9- dunas activas durante el Holoceno; 10- Escarpe Costero; 11- disposición (rumbo y manteo) de los estratos de la Formación La Negra; 12- escarpes morfológicos; 13- escurrimientos preferenciales de los flujos de junio de 1991.

Finalmente, el gran desnivel topográfico entre el bloque montañoso y la franja costera, acentuado aún más por el Escarpe Costero, confiere gran energía a los flujos aluviales. Junto con ésto, el fuerte manteo hacia el oeste y el gran fracturamiento de los estratos volcánicos de la Formación La Negra en el sector (García, 1967; Ferraris y Di Biase, 1978 ; Vargas, 1996) favorece la generación de bloques disponibles para ser transportados, lo cual puede conferir una mayor peligrosidad a los flujos de detritos ('aluviones') que esporádicamente bajan hacia la ciudad (Figs. 3 y 5).

El mejor conocido de estos eventos, tanto por su magnitud como por la disponibilidad de datos, es el de junio de 1991.

CARACTERIZACION METEOROLOGICA DEL EVENTO ALUVIAL DE 1991

Los días 17 y 18 de junio de 1991 un fuerte temporal de viento y lluvias afectó a gran parte del centro- norte de Chile, alcanzando también la costa de la Región de Antofagasta. En la ciudad de Antofagasta, una repentina y violenta lluvia cayó desde las 00:30 h hasta las 03:30 h del 18 de junio, provocando aluviones menores e inundaciones entre las 02:00 y 03:00 h, y fuertes aluviones alrededor de las 04:00 h (El Mercurio de Antofagasta, ediciones del 18 y 19 de junio de 1991).

Las condiciones meteorológicas asociadas a la ocurrencia de los aluviones en 1991 en Antofagasta, han sido descritas por Garreaud y Rutllant (1996).

La permanencia cuasiestacionaria de un anticiclón de bloqueo en el extremo suroeste de América del Sur, provocó el desvío hacia el norte de un sistema frontal frío desde la región de los Oestes (Fig. 6). La llegada de este sistema hasta el extremo norte del país fue favorecida por el debilitamiento del APSO. Finalmente, la actividad convectiva asociada a este sistema frontal fue reforzada tanto por la advección de aire cálido marino bajo la capa de inversión térmica, como por la ocurrencia de una zona de divergencia en altura, asociada a un núcleo de máxima velocidad del viento, ambos aspectos también concomitantes con el debilitamiento del APSO, en el marco de desarrollo de un evento El Niño de intensidad moderada. Las lluvias fueron precedidas por vientos de hasta 20 m/s en la noche del 17 de Junio, tuvieron una intensidad media entre 5 y 14 mm/h, y alcanzaron por momentos hasta 24 mm/h. En total, las precipitaciones acumularon entre 14 y 42 mm en tres estaciones pluviométricas separadas por menos de 20 km (Garreaud y Rutllant, 1996).




FIG. 6. Esquema de los principales rasgos atmosféricos (presión a nivel de mar) asociados a la ocurrencia de períodos lluviosos en Chile central, aplicable para el evento del 18 de junio de 1991 (adaptado de Rutllant y Fuenzalida, 1991). AB: Anticiclón de Bloqueo. APSO: Anticiclón del Pacífico Suroriental. Simbología: 1- flujo de los vientos del oeste desviado hacia el norte; 2- trayectoria aproximada de avance de sistema frontal; 3- sistema frontal frío; 4-frente cálido; 5- sistema ocluido.

CARACTERIZACION GEOLOGICA DEL EVENTO ALUVIAL DE 1991

Los sectores más afectados por los aluviones fueron aquellos ubicados pendiente abajo de la desembocadura de las quebradas de mayor hoya hidrográfica (Salar del Carmen, La Cadena y La Negra), pero también de las quebradas menores que desembocan directamente en el sector central de la ciudad (El Ancla, Baquedano, Uribe y El Toro), así como de las quebradas Jardines del Sur y El Huáscar, situadas inmediatamente al sur de ésta (El Mercurio de Antofagasta, 18 y 19 de junio de 1991). En todos los casos los mayores daños ocurrieron en las quebradas y en las zonas de deposición proximal de los abanicos más recientes (Fig. 5).

Los flujos aluviales más importantes se produjeron al cabo de 3 horas de comenzadas las lluvias (El Mercurio de Antofagasta, 18 y 19 de junio de 1991), y habrían sido precedidos, según testigos, por un frente de altura muy superior a la altura media de los mismos. Los depósitos y marcas generados en algunas quebradas permitieron precisar estas observaciones. En la tabla 1 se muestra que la relación observada entre la altura máxima de los flujos y los depósitos generados en algunas quebradas varía entre 6:1 y 2:1. Tanto las observaciones de terreno como las crónicas de periódicos y relatos de testigos, permiten suponer que el origen de estas olas en los flujos aluviales podría haberse debido a estrechamientos locales de las quebradas, y al colapso de entrampamientos por la presencia de laboreos de extracción de áridos en algunos cauces.


Las facies originadas por los flujos corresponden a sedimentos típicos de flujos de detritos en fondos de quebrada y abanico aluvial. Sin embargo, existen diferencias entre los sedimentos originados en los distintos sectores de la ciudad (Tablas 1 y 2). Estas diferencias se relacionan con el tamaño y pendiente de los cauces de la hoya hidrográfica, y la naturaleza del material disponible para movilizar tanto en las hoyas como en los sectores proximales de los abanicos, tal como se ha descrito anteriormente (Figs. 4 y 5). En el sector de la ciudad cercano a las quebradas, entre las quebradas La Negra y Salar del Carmen, los flujos generaron depósitos proximales masivos compuestos por 50 a 80% de clastos entre 5 y 15 cm, contenidos en matriz de arena, grava fina y escaso limo (3-5%). Bloques de hasta 1 m de diámetro se observaron en sedimentos de los sectores proximales cercanos a la desembocadura de las quebradas ubicadas entre El Toro y El Ancla. Hacia el norte de la quebrada Bonilla y hacia el sur de la quebrada Jardines del Sur los flujos originaron depósitos con clastos de menor tamaño y mayor porcentaje de matriz de arena (40 a 70%), debido a la mayor disponibilidad de material fino (arena de depositación eólica) para transportar.

En directa relación con los aluviones generados por la precipitación ocurrida el 18 de junio, se pueden identificar de norte a sur las siguientes quebradas: La Chimba, Valdivieso, Prat B, Salar del Carmen, La Cadena, El Ancla, Circunvalación Alto, Baquedano, Uribe, El Toro, Caliche-Playa Blanca, Carrizo-La Negra, Jardines del Sur, Huáscar, Roca Roja y Coloso.