INDIGENAS DESTRUYEN OSORNO, 20 DE ENERO DE 1600



Destruccion de Osorno 20 de enero de 1600

Historia de Osorno

(www.cervantesvirtual.com, Víctor Sánchez Olivera)

Desgraciadamente, los indios aprovecharon esta ausencia y, dirigidos por Pelantaro, incendiaron totalmente la ciudad.
El día 20 de enero se celebraría con gran solemnidad en la iglesia parroquial la fiesta de San Fabián y San Sebastián, ceremonia que anualmente se hacía con la mayor pompa posible.
Los vecinos y sacerdotes propusieron suspender las fiestas, sabedores, el día 19, de la proximidad de los indios, petición que no acogió el Corregidor, tal vez para no alarmar a los habitantes, aceptando, sin embargo, que los vecinos durmieran esa noche en el fuerte, situado en la manzana NE. de la Plaza.
Esta última medida fue salvadora, pues si no, se hubiera producido en Osorno la misma tragedia de Valdivia, en que los indios ultimaron sin piedad a los españoles que, despavoridos y aislados, huían de sus casas. «Al reír de el alba comenzó el llanto de la ciudad», dice el P. Rosales.
El asalto del día 20 dejó a la ciudad, con excepción de la manzana fortificada, reducida a escombros humeantes. Al caer la tarde de ese día los asaltantes se retiraron a las lomas situadas al norte de la ciudad, pasado el río, y regresaron al siguiente a terminar su obra de exterminio antes que llegara el coronel del Campo, cuya proximidad conocerían oportunamente por centinelas que habían dejado junto al río Bueno.
Interesante es conocer la descripción que algunos vecinos hicieron de estos luctuosos sucesos.
Juan de Arostigui, en probanza de servicios hecha en Osorno, el 4 de mayo de 1602, da, en los números 15 y siguientes, preciosos datos sobre Osorno y su defensa.

En el N.º: 15 dice que, después de la pérdida de Valdivia, «el capitán y corregidor de la ciudad de Osorno recogió toda la gente en un fuerte que se hizo con cuatro cubos». Estos cuatro «cubos» eran torreones situados en cada esquina de la manzana que servía de fuerte.

N.º: 17.- Después de la llegada del coronel Francisco del Campo, y refuerzo, fue nuevamente a Valdivia «por las municiones y demás gente que había dejado en el navío»:

«El día de los mártires San Fabián y San Sebastián, al amanecer entraron en la ciudad de Osorno cuatro o cinco mil indios con el cacique Pelantaro de la ciénaga de Purén, disparando arcabuces y a caballo con pechos e ijadas, con alboroto y vocería acometieron el dicho fuerte por cuatro partes con mechones de fuego para quemarle, donde se peleó con ellos hasta las once del día (...) y a un tiempo pusieron fuego a las casas, templos e iglesias, de manera que el humo, fuego y arcabucería y grita de los indios ponían espanto, día de mucho trabajo y riesgo, que fueron compelidos a que se retirasen de las dichas murallas».

N.º: 18.- Enseguida se retiraron y como cuatrocientos indios atacaron «la iglesia Matriz, que estaba cincuenta pasos de el fuerte y le quebraron las puertas y entraron dentro y quebraron el sagrario donde estaba el Santísimo Sacramento y lo robaron».

«Se tuvo con los indios una pelea muy reñida, de manera que murieron casi cien indios» y como vinieran en socorro quinientos indios a caballo, fue forzoso retirarse al fuerte.

N.º: 19.- Otro día «bajaron parte de los indios, y pusieron fuego a la dicha iglesia y la quemaron, que era uno de los mejores templos del obispado».

El cura de Osorno durante esos días desgraciados era el «clérigo presbítero, cura y vicario» don García de Torres Vivero, quien, en sus declaraciones, dice que «se llevaron la custodia y la cruz y la robaron, sacaron a un Cristo y lo ataron a un pilar de los portales de la iglesia dicha y lo apedreaban».
Iguales detalles mencionan Juan Cerón Carvajal y Bartolomé Hernández. Dice este último que cuando los indios vinieron por segunda vez y quemaron la iglesia, tuvieron cercado el fuerte durante tres días, y, al saber que venía el coronel del Campo, se alejaron y se fueron «a la isla que llaman de Gaete, que hay tres leguas».
Jerónimo Hernández, «testigo que se halló en el dicho fuerte fue, uno de los veinte de a caballo» que salieron a proteger la iglesia. Agrega que después del primer asalto los indios «se retiraron a la tarde a una loma, sobre el río de la ciudad, para impedir el tomar el agua».

El coronel del Campo llegó a Osorno el día 24.

Los indios se habían dispersado oportunamente, lo que no impidió que a muchos se les aplicara crueles castigos y se les quitara sus animales.
Hizo construir, además, en las cercanías de la ciudad, tres fuertes, a fin de prestar protección a los campos sembrados.
Encendida la hoguera de la guerra en toda la región comprendida entre el Bío-Bío y Chiloé, el virrey del Perú dispuso el envío de un refuerzo a Chile, el que colocó al mando del coronel don Francisco del Campo, militar de excelente hoja de servicios. Este refuerzo constaba de 265 hombres, con los cuales llegó a Valdivia el 7 de diciembre de 1599, es decir once días después de la destrucción de esa ciudad.
A del Campo no le quedó otra disyuntiva que dirigir su auxilio a Villarrica o a Osorno, optando por lo último, en vista de la amenaza inmediata que supo amenazaba durante esos días a esta ciudad.
Se sabía que un ejército de muchos miles de indios se dirigía a Osorno, una vez consumada la destrucción de Valdivia.
Del Campo logró reunir en Osorno una fuerza de cerca de cuatrocientos hombres, incluidos los que ya tenía la plaza y los que lograron escapar de Valdivia, pero esto no impidió que una noche los indios incendiaron sorpresivamente el convento de San Francisco.
Una vez que el coronel aplicó a los alzados el castigo que merecía su osadía, creyó poder auxiliar a Villarrica, pero, mientras se dirigía a cumplir su propósito, supo que los indios aprovecharían su ausencia para tratar de destruir la ciudad.
Sin embargo, siguió a Valdivia, donde había quedado su barco, a fin de aprovisionarse de armas, municiones y ropas, y regresar al sur.