LAS MANIFESTACIONES DEL 2 Y 3 DE ABRIL DE 1957, SANTIAGO
LA MANIFESTACIONES DEL 2-3 DE ABRIL DE 1957
Violentas manifestaciones por el alza en las tarifas de la locomoción colectiva se produjeron en Santiago, en que se desata una agitación social nunca antes vista, dejando un saldo de 19 MUERTOS, 350 heridos, decenas de detenidos, más de 2.000 millones en daños materiales al bien público y saqueos a locales comerciales.
El Gobierno del Presidente Carlos Ibáñez del Campo llamó a actuar a Carabineros y al Ejército para imponer el orden.
Durante la 2ª presidencia de Ibáñez del Campo (1952-58), la situación era la misma: agitación social, protestas callejeras y huelgas.
El 3 de marzo de 1957 hubo elecciones parlamentarias, donde el Frente de Acción Popular (FRAP) obtuvo 26 de 147 diputados. EL FRAP lo constituían elPartido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Democrático del Pueblo y el Partido Democrático de Chile.
La peor crisis durante la presidencia de Ibáñez fueron las manifestación en Santiago entre el 2 y 3de abril de 1957... La alteración general fue tal, que el 14 de mayo de 1958 la politiquería logró derrogar la “Ley de Defensa de la Democracia” y reemplazarla por una “Ley de Seguridad Interior del Estado”.
“... la agitación social crece y se expresa en huelgas de Ferrocarriles, de los servicios de salud, de los trabajadores de cementerios, de los basureros municipales, etc. Frente a esa coyuntura política el Gobierno dispone del empleo de las fuerzas militares destinadas a proteger las actividades de lo servicios públicos... en los primeros meses de 1957 las huelgas, paros, manifestaciones y protestas callejeras aumentan significativamente. A raíz de los resultados desfavorables para el Gobierno en las elecciones parlamentarias de marzo y “el alza de las tarifas de locomoción colectiva” a fines de ese mismo mes, específicamente el día 30, la agitación social en Santiago alcanzó límites desconocidos... Detrás de los actos de violencia se encuenta -como siempre- la presencia instigadora del comunismo... En la madrugada del día siguiente, el General Adrían Barrientos Villalobos -Delegado Militar en los FF.CC. del Estado-, que para el cumplimiento de su responsabilidad aloja “en un coche dormitorio en la Estación Central”, es informado de que la Maestranza San Eugenio paralizó sus actividades... en el lugar se dirigió directamente a los huelguistas... comprometiéndose a buscar una solución”. Al término de sus palabras es objeto de un cerrado aplauso por parte de los trabajadores... A pesar de que frente a este puntual caso se pueden evitar mayores consecuencias, no sucede lo mismo con la acción de protestas callejeras que se desarrollan en Santiago... Su dimensión es de tal magnitud que ni siquiera es posible detenerlas con el empleo de Carabineros, alcanzando su máximo nivel en la tarde del 2 de abril. Junto a los desmanes callejeros, la enfurecida muchedumbre comienza a saquear los principales locales comerciales del centro de la capital y se ataca a las fuerzas policiales con objetos contundentes y armas de fuego. Frente a tal circunstancia el Gobierno... ordenó el empleo de medios del Ejército. Se destaca en esta tarea... “un Batallón de la Escuela de Unidades Mecanizadas...”... Al Subteniente Jorge Carrasco Fuenzalida,... del Regimiento Exploradores de Antofagasta,... destinado de refuerzo a esa Escuela, le correspondió “lograr ladispersión de la turbas que rodeaban el Palacio de La Moneda...” Una vez cumplida esa misión debió desarrollar iguales acciones en “los gasómetros de Santiago, donde en un comienzo fueron atacados por flechas”... En definitiva, las acciones de las fuerzas militares al mando del General Horacio Gamboa... evitan que el clima de agitación social sobrepase aquel nivel de convulsión que haga imposible su control..., si bien con resultados trágicos,...”
(“Chile: Los Militares y la Política”, Tnte. Crnl. Carlos Molina Johnson, Ed. Andres Bello, 1989, págs. 136-38)
2 de abril de 1957: Chile huelga nacional. Incidentes y disturbios por alza de la locomoción colectiva. Disturbios en las calles de Santiago por radicales comunistas.
En 3 días trágicos que vivió la capital (a partir del 2 de abril) con motivo de la acción incontrolada de las turbas extremistas, hubo 19 muertos, 350 heridos y daños materiales avaluados en no menos de 2.500 millones de pesos... A la de protesta inicial de los estudiantes con motivo de las alzas en tarifas de la locomoción colectiva, se sumaron los actos de agitación de los elementos de la extrema izquierda, que estimaron el momento oportuno para poner en marcha sus planes antidemocráticos y alentatorios contra la constitucionalidad del régimen... El clima de convulsión creado por los agitadores fue de inmediato aprovechado por hordas de desalmados que, al amparo de las consignas internacionales de comunistas y socialistas populares, realizaron actos de vandalismo, destrozando instalaciones de utilidad pública, asaltando y saqueando tiendas y almacenes en el centro y de los barrios de la capital... El Gobierno... aprovechó para decretar el Estado de Sitio en toda la República,... Junto con esto, pidió a los partidos políticos su apoyo a un proyecto de Facultades Extraordinarias por 6 meses, con el objeto de defender el orden democrático y la tranquilidad pública,...
Registrando en el baúl
(Este era el nombre de una columna de opinión... Diario La Tercera, ... testimonio firmado por R.I.P. el día 5 de abril de 1957)
“Esa hora terrible vivida de 3 a 6 de la tarde del día 2, quedará grabada de manera inborrable en mi mente. Episodios aislados, pero casi simultáneos en medio del fragor de las balas y piedras, viene ahora como en tumulto. ¿Cómo podría olvidar, por ej., a aquel pequeño que armado de piedras y escondido tras un poste las lanzaba contra Carabineros? En ese momento me pregunté que era lo que empujaba a ese niño a actuar tan infantilmente fuera de si. ¿Entusiasmo? ¿Odio? ¿Sensación de heroísmo?... El muchacho cayó con el estómago atraveado por una bala a 10 pasos de mi... Frente al Hotel Claridge, con sus puertas cerradas, había una joven sollozando. Abrazada a un conscripto... se estremecía en llanto histérico. Mas allá, otro militar cubría con los brazos abiertos a otra mujer... Su único refugio fue la figura serena de los hombres del Ejército. Eran las 5.30. Caminé hacia Alameda por Ahumada. Me encontré con el General Gamboa... Me acerqué a él y le dije a través de la ventanilla: “General, la única manera que termine todo esto es que usted consiga con el Ministro Videla el retiro de carabineros”. El General Gamboa asintió y me contestó que iba inmediatamente al Ministerio. Me acerqué luego a un joven oficial de policía y le conté a breves rasgos lo dicho por el General Gamboa. Con voz quebrada me dijo: “Ojalá pueda hacerlo. Yo estoy hasta aquí (hizo el clásico gesto indicando con la mano el tope de la cabeza). A mis hombres no los puedo controlar. Hace 5 días que no duermen. ¡Están en un estado de nervios imposible!” Cuando el gentío cercó a 4 carabineros en el centro de la Alameda, la gente se parapetó tras quioscos, postes y puertas. Vi a un hombre atravesar desde la esquina oriente de la Universidad de Chile gritando: “¡A ellos compañeros, a ellos!” Y se lanzó a través de la calzada. En el medio recibió un disparo... se aprovecharon los rufianes para el saqueo. Se concentraron en la esquina Alameda y Morandé. De improviso se escucharon unos gritos: “¡Atájenlo, atájenlo!” ... venía a toda velocidad una motocicleta y montado en ella un teniente de Carabineros... le lanzaron de todo a su paso: piedras, palos, fierros... el joven oficial... logró llegar a Morandé y ganar la intendencia...
"2 y 3 de abril de 1957, La Batalla de Santiago”
(www.puntofinal.cl)
En Santiago, la lucha contra las alzas la iniciaron los estudiantes universitarios y secundarios.
El año 1957 se inició con una avalancha de alzas y gran descontento popular. Muy atrás habían quedado las ilusiones surgidas en amplios sectores de la población durante la campaña presidencial de 1952. Una heterogénea coalición política, en que participaban desde marxistas hasta fascistas, había levantado la candidatura del ex dictador Carlos Ibáñez del Campo. Lo proclamaron “el General de la Esperanza” y adoptaron como símbolo la escoba, que -según ellos- barrería la corrupción, la politiquería y la pobreza. En los comicios del 4 de septiembre de 1952, Ibáñez obtuvo 446.000 sufragios de los 953.000 válidamente emitidos. Venció por enorme diferencia a los otros tres candidatos, entre ellos Salvador Allende, abanderado del Frente del Pueblo, que postulaba por primera vez a la presidencia de la República.
En 1957 tampoco quedaban en Ibáñez restos de la actitud paternalista que adoptó hacia el movimiento sindical. Al inicio de su administración, incluso participó como orador en la primera concentración de la Central Unica de Trabajadores de Chile, el 12 de marzo de 1953, al mes de haber sido fundada.
La escoba había barrido ilusiones y promesas. Ahora, siguiendo las recetas de la misión Klein-Sacks, aplicaba una política económica que golpeaba a los sectores populares. Chile ya no era una taza de leche. Lo que vino a rebalsar la paciencia de la gente fue el alza de las tarifas de la movilización colectiva. No se harían esperar las acciones de protesta.
El ejemplo de Valparaíso
En Valparaíso se había constituido un amplio Comando Contra las Alzas. Lo formaban la CUT, las federaciones de estudiantes de las universidades Católica y de Chile, la Confederación Marítima, el Frente de Acción Popular, el Partido Radical, la Falange Nacional, la Federación de Estudiantes Secundarios y la municipalidad porteña. El comando confeccionó un plan de acciones que el miércoles 27 de marzo de 1957 se inició con mítines relámpago de obreros y estudiantes. Se repitieron el jueves y viernes. El sábado 30, masivas marchas recorrieron las principales calles del puerto. Culminaron con un mitin en la Plaza O’Higgins, a pesar de que las autoridades habían negado la autorización. Irrumpió la policía disparando contra los manifestantes y quedaron numerosos heridos y un muerto.
La represión no impidió que las protestas prosiguieran. El Comando Contra las Alzas organizó una serie de paros progresivos. El lunes 1º de abril hubo paralizaciones de una, dos y tres horas. El martes 2, un paro de 24 horas. Fue total en Valparaíso y Viña del Mar. Ese mismo día, se efectuaron los funerales del trabajador fallecido. Participaron miles de personas en una nueva expresión de fuerza y decisión.
Santiago, lunes 1º de abril de 1957
En la capital las acciones contra las alzas tuvieron mucho de improvisación y espontaneísmo. No existía un comando, como en Valparaíso. La CUT, el FRAP y otros partidos de oposición fueron sobrepasados por los acontecimientos.
La lucha contra las alzas en Santiago la iniciaron los estudiantes universitarios y secundarios. Salieron a la calle el 1º de abril formando rondas, cantando y lanzando consignas contra la carestía, en abierto desafío a la policía.
Al caer la noche se agudizó la represión. Manuel Vásquez Ferreira, estudiante secundario de 15 años, fue gravemente herido. Más tarde relató a la prensa: “En la calle Miraflores, entre Huérfanos y Merced, nos salieron al paso los carabineros... Dos carabineros, sin mediar provocación, nos dispararon al cuerpo. Algunos estudiantes se defendieron lanzando piedras... Cayó Alicia Ramírez: quedó tendida ante la puerta del teatro Miraflores. Yo sentí un fuerte golpe en el pecho. Me dolía mucho, como si tuviera una brasa ardiente...”
Santiago, martes 2 de abril de 1957
La noticia del asesinato de Alicia Ramírez, alumna de la escuela de Enfermería de la Universidad de Chile, aumentó la indignación. Poderosas marchas recorren las calles. La policía se vio impotente para contener a los manifestantes. Entonces, el gobierno sacó tropas del ejército a la calle, al mando del general Horacio Gamboa Núñez, jefe de la Guarnición de Santiago.
Al mismo tiempo, las autoridades ordenaron abrir las puertas de las cárceles: decenas de delincuentes salieron a quebrar vitrinas y saquear tiendas y negocios del centro de Santiago. Desataron el caos, creando condiciones para una sangrienta represión. Soldados y carabineros disparaban sus armas contra la gente desarmada, que se defendía con piedras.
En la noche del martes 2 de abril, el general Gamboa leyó por cadena nacional de radios un “parte de guerra” de lo que calificó como “batalla de Santiago”. Informó que la situación estaba controlada y que el “enemigo” tuvo 18 muertos y 500 heridos.
Posteriormente, la cifra oficial de asesinados subió a 21. Pero todo indica que la cantidad real fue superior.
Santiago, madrugada del 3 de abril
La “batalla de Santiago” proseguía, tomando otras formas. A las 2.15 horas del miércoles 3 de abril fue asaltada la imprenta Horizonte. En esos momentos trabajaban en ella veinte operarios y el redactor de turno, periodista Elmo Catalán Avilés, quien narró lo ocurrido esa madrugada: “En la puerta de calle empezaba a desarrollarse la tragedia. La policía había llamado. El portero se acercó lentamente. Cuando se disponía a mirar por la ventanilla, una mano grande y regordeta penetró y lo aferró del cuello. Varios revólveres se agitaron ante su cabeza.
-Abre la puerta, viejo… de tu madre.
La mano apretaba más y más el cuello. Los revólveres lo urgían.
La puerta se abrió. La turba se distribuyó estratégicamente: unos en la prensa, otros al fotograbado. La mayoría en el segundo piso. Julio Fauré, inspector de la policía política, abrió de una patada la puerta del segundo piso. Con paso seguro, con la pistola en alto, gritó:
-Alto… de su madre. Se acabó el trabajo.
Unos diez o quince policías penetraron con sus revólveres desenfundados y garrotes en las manos. Un detective de unos 24 años entró en mi oficina. El jarro de té dio bote en el suelo. El pan corrió la misma suerte. Con mano de experto destrozó en un santiamén los cordones de los teléfonos y citófono. Fui obligado a ponerme contra la pared con las manos en alto.
Más al interior, el valiente comisario Juan Ruiz (fue reconocido por varios obreros de Horizonte por las fotos aparecidas en el diario La Tercera), con una mano amenazaba con el revólver y con la otra sacaba de sus asientos, violentamente, a varios linotipistas. El inspector Fauré comenzó a romper los vidrios. Un grupo de policías, con furia inusitada, empezó a descargar garrotazos sobre las máquinas. Mirábamos impotentes el crimen que cometían los ‘representantes del orden’.
Con las manos en alto, en fila india, fuimos obligados a bajar. El jefe de la policía política, Raúl del Campo, subía los escalones. Su cuerpo obeso resaltaba con el elegante traje claro que vestía.
-Bajen luego a estos desgraciados, rugió.
En la puerta nos esperaba el pelotón militar. Nos apuntaron con los fusiles ametralladora.
-Suban de a uno al camión, ordenó.
El vehículo dio un largo rodeo, enfiló por calle Lira hacia Alameda. Dobló por Morandé. Se escuchaban algunos disparos aislados. Pronto llegamos al siniestro cuartel de Investigaciones. Bajamos con las manos en alto...”.
Los agentes de Investigaciones no sólo destruyeron todo lo que era posible destrozar. También robaron todo lo que les fue posible llevarse. Simultáneamente a este operativo tuvo lugar otro similar en la oficinas de El Siglo.
Con las manos en las maquinas
Para contar con más medios de represión, el ejecutivo envió un proyecto de Facultades Extraordinarias (al parecer no le bastaba la Ley Maldita), que fue rápidamente aprobado por la mayoría del Congreso. Sólo se opusieron los parlamentarios del FRAP y del Partido Radical. En virtud de ellas detuvieron, encarcelaron y relegaron a decenas de opositores.
El senador radical Luis Bossay señaló en la Cámara Alta: “El gobierno ha perpetrado el más grave desmán, de todos los cometidos durante los sucesos: la destrucción organizada y sistemática de la imprenta Horizonte... Yo admiro la fría impasividad del señor ministro del Interior (el coronel Benjamín Videla) cuando se atreve a poner su firma a un oficio dirigido al Congreso Nacional en el cual se afirma que el gobierno cree que fueron las mismas turbas que cometieron desmanes en el centro, las que asaltaron la imprenta Horizonte”.
El proceso por el caso Horizonte fue entregado al fiscal militar Francisco Saavedra Moreno. Actuó con gran celo y objetividad. A mediados de abril efectuó la más sensacional de las pesquisas: el allanamiento del hogar del subcomisario de Investigaciones y miembro de la policía política, Carlos Estibill Mahuida, donde se encontraron dos máquinas de escribir robadas en Horizonte. Esto echó por tierra todos los intentos del gobierno por desvincularse del asalto a la imprenta.
Conversando, en julio de 1993, con el ex diputado José Oyarce, me contó cómo se gestó la operación Estibill: “Estábamos -nos dijo- junto con Sergio González y Víctor Galleguillos en la Cámara de Diputados, cuando se nos acercó el diputado radical Raúl Morales Adriazola. En voz baja nos cuenta que recién alguien le pasó el dato que en la casa del subcomisario Estibill se encontraban dos máquinas de Horizonte. Incluso le indicó la dirección y el lugar preciso en que estaban las máquinas: en la parte de arriba de un ropero en el dormitorio del detective. Nuestro primer impulso fue denunciar el hecho en la hora de incidentes. Recapacitamos. Me encargaron a mí que llevara la información al abogado Jorge Jiles Pizarro. Nos dijo que no hiciéramos la denuncia, que dejáramos todo en sus manos. Se entrevistó con el fiscal Saavedra, le comunicó lo que supimos y el fiscal militar encabezó el allanamiento. Las máquinas estaban en el lugar indicado”.
A manera de conclusiones
1. La “batalla de Santiago” fue una de las 55 masacres perpetradas en el siglo XX -de las cuales en 19 participaron efectivos del ejército- sin considerar el genocidio llevado a cabo durante la dictadura de Pinochet.
2. A diferencia de Valparaíso, donde se constituyó un Comando Contra las Alzas que dirigió desde el primer día las luchas de protesta, en Santiago no hubo tal comando. Por tanto, tampoco dirección única de las acciones. Las masas actuaron en forma espontánea.
3. La carencia de una conducción dejó abierto el camino a las provocaciones de los agentes del gobierno. Los elementos provocadores lograron arrastrar a acciones vandálicas a algunos manifestantes, desesperados por la brutalidad de la represión.
4. Falló el factor subjetivo. Los dirigentes del FRAP, de la CUT y otros partidos de oposición fueron incapaces de lograr la unidad de todas las fuerzas que estaban contra las alzas, y conducirlas acertadamente. Esto, más la furia represiva de los soldados, significó el alto número de víctimas. Según los informes oficiales serían 21, pero otras fuentes las hacen llegar a 76. En cambio en Valparaíso hubo una víctima fatal, siendo las manifestaciones muy masivas.
5. Las fuerzas represivas, en especial los efectivos del ejército, utilizaron la experiencia internacional acumulada por el imperialismo. Hay que tener en cuenta que desde 1945 -y más específicamente desde abril de 1952, cuando el gobierno de González Videla suscribió el pacto militar con Estados Unidos-, las fuerzas armadas chilenas quedaron subordinadas a las instituciones militares estadounidenses, las que tomaron la función de entregarle adoctrinamiento, entrenamiento y equiparlas.
6. Su actuación en las jornadas de marzo-abril preocupó al PC de Chile. En el informe entregado al XXIV Pleno del Comité Central, efectuado en mayo de 1957, Luis Corvalán -que en diez meses más asumiría la secretaría general- planteó con elevado espíritu autocrítico que en las luchas del 2 de abril “nos faltó mejor orientación y más audacia. La desvinculación de las masas es lo que, esencialmente, explica estas fallas”.
("Así lo Vió Zig Zag", 1980, págs. 186-87)
Prensa de la época: La Tercera (www.archivo-chile.com)
En 3 días trágicos que vivió la capital (a partir del 2 de abril) con motivo de la acción incontrolada de las turbas extremistas, hubo 19 muertos, 350 heridos y daños materiales avaluados en no menos de 2.500 millones de pesos... A la de protesta inicial de los estudiantes con motivo de las alzas en tarifas de la locomoción colectiva, se sumaron los actos de agitación de los elementos de la extrema izquierda, que estimaron el momento oportuno para poner en marcha sus planes antidemocráticos y alentatorios contra la constitucionalidad del régimen... El clima de convulsión creado por los agitadores fue de inmediato aprovechado por hordas de desalmados que, al amparo de las consignas internacionales de comunistas y socialistas populares, realizaron actos de vandalismo, destrozando instalaciones de utilidad pública, asaltando y saqueando tiendas y almacenes en el centro y de los barrios de la capital... El Gobierno... aprovechó para decretar el Estado de Sitio en toda la República,... Junto con esto, pidió a los partidos políticos su apoyo a un proyecto de Facultades Extraordinarias por 6 meses, con el objeto de defender el orden democrático y la tranquilidad pública,...
Registrando en el baúl
(Este era el nombre de una columna de opinión... Diario La Tercera, ... testimonio firmado por R.I.P. el día 5 de abril de 1957)
“Esa hora terrible vivida de 3 a 6 de la tarde del día 2, quedará grabada de manera inborrable en mi mente. Episodios aislados, pero casi simultáneos en medio del fragor de las balas y piedras, viene ahora como en tumulto. ¿Cómo podría olvidar, por ej., a aquel pequeño que armado de piedras y escondido tras un poste las lanzaba contra Carabineros? En ese momento me pregunté que era lo que empujaba a ese niño a actuar tan infantilmente fuera de si. ¿Entusiasmo? ¿Odio? ¿Sensación de heroísmo?... El muchacho cayó con el estómago atraveado por una bala a 10 pasos de mi... Frente al Hotel Claridge, con sus puertas cerradas, había una joven sollozando. Abrazada a un conscripto... se estremecía en llanto histérico. Mas allá, otro militar cubría con los brazos abiertos a otra mujer... Su único refugio fue la figura serena de los hombres del Ejército. Eran las 5.30. Caminé hacia Alameda por Ahumada. Me encontré con el General Gamboa... Me acerqué a él y le dije a través de la ventanilla: “General, la única manera que termine todo esto es que usted consiga con el Ministro Videla el retiro de carabineros”. El General Gamboa asintió y me contestó que iba inmediatamente al Ministerio. Me acerqué luego a un joven oficial de policía y le conté a breves rasgos lo dicho por el General Gamboa. Con voz quebrada me dijo: “Ojalá pueda hacerlo. Yo estoy hasta aquí (hizo el clásico gesto indicando con la mano el tope de la cabeza). A mis hombres no los puedo controlar. Hace 5 días que no duermen. ¡Están en un estado de nervios imposible!” Cuando el gentío cercó a 4 carabineros en el centro de la Alameda, la gente se parapetó tras quioscos, postes y puertas. Vi a un hombre atravesar desde la esquina oriente de la Universidad de Chile gritando: “¡A ellos compañeros, a ellos!” Y se lanzó a través de la calzada. En el medio recibió un disparo... se aprovecharon los rufianes para el saqueo. Se concentraron en la esquina Alameda y Morandé. De improviso se escucharon unos gritos: “¡Atájenlo, atájenlo!” ... venía a toda velocidad una motocicleta y montado en ella un teniente de Carabineros... le lanzaron de todo a su paso: piedras, palos, fierros... el joven oficial... logró llegar a Morandé y ganar la intendencia...
"2 y 3 de abril de 1957, La Batalla de Santiago”
(www.puntofinal.cl)
En Santiago, la lucha contra las alzas la iniciaron los estudiantes universitarios y secundarios.
El año 1957 se inició con una avalancha de alzas y gran descontento popular. Muy atrás habían quedado las ilusiones surgidas en amplios sectores de la población durante la campaña presidencial de 1952. Una heterogénea coalición política, en que participaban desde marxistas hasta fascistas, había levantado la candidatura del ex dictador Carlos Ibáñez del Campo. Lo proclamaron “el General de la Esperanza” y adoptaron como símbolo la escoba, que -según ellos- barrería la corrupción, la politiquería y la pobreza. En los comicios del 4 de septiembre de 1952, Ibáñez obtuvo 446.000 sufragios de los 953.000 válidamente emitidos. Venció por enorme diferencia a los otros tres candidatos, entre ellos Salvador Allende, abanderado del Frente del Pueblo, que postulaba por primera vez a la presidencia de la República.
En 1957 tampoco quedaban en Ibáñez restos de la actitud paternalista que adoptó hacia el movimiento sindical. Al inicio de su administración, incluso participó como orador en la primera concentración de la Central Unica de Trabajadores de Chile, el 12 de marzo de 1953, al mes de haber sido fundada.
El ejemplo de Valparaíso
En Valparaíso se había constituido un amplio Comando Contra las Alzas. Lo formaban la CUT, las federaciones de estudiantes de las universidades Católica y de Chile, la Confederación Marítima, el Frente de Acción Popular, el Partido Radical, la Falange Nacional, la Federación de Estudiantes Secundarios y la municipalidad porteña. El comando confeccionó un plan de acciones que el miércoles 27 de marzo de 1957 se inició con mítines relámpago de obreros y estudiantes. Se repitieron el jueves y viernes. El sábado 30, masivas marchas recorrieron las principales calles del puerto. Culminaron con un mitin en la Plaza O’Higgins, a pesar de que las autoridades habían negado la autorización. Irrumpió la policía disparando contra los manifestantes y quedaron numerosos heridos y un muerto.
La represión no impidió que las protestas prosiguieran. El Comando Contra las Alzas organizó una serie de paros progresivos. El lunes 1º de abril hubo paralizaciones de una, dos y tres horas. El martes 2, un paro de 24 horas. Fue total en Valparaíso y Viña del Mar. Ese mismo día, se efectuaron los funerales del trabajador fallecido. Participaron miles de personas en una nueva expresión de fuerza y decisión.
Santiago, lunes 1º de abril de 1957
En la capital las acciones contra las alzas tuvieron mucho de improvisación y espontaneísmo. No existía un comando, como en Valparaíso. La CUT, el FRAP y otros partidos de oposición fueron sobrepasados por los acontecimientos.
La lucha contra las alzas en Santiago la iniciaron los estudiantes universitarios y secundarios. Salieron a la calle el 1º de abril formando rondas, cantando y lanzando consignas contra la carestía, en abierto desafío a la policía.
Al caer la noche se agudizó la represión. Manuel Vásquez Ferreira, estudiante secundario de 15 años, fue gravemente herido. Más tarde relató a la prensa: “En la calle Miraflores, entre Huérfanos y Merced, nos salieron al paso los carabineros... Dos carabineros, sin mediar provocación, nos dispararon al cuerpo. Algunos estudiantes se defendieron lanzando piedras... Cayó Alicia Ramírez: quedó tendida ante la puerta del teatro Miraflores. Yo sentí un fuerte golpe en el pecho. Me dolía mucho, como si tuviera una brasa ardiente...”
Santiago, martes 2 de abril de 1957
La noticia del asesinato de Alicia Ramírez, alumna de la escuela de Enfermería de la Universidad de Chile, aumentó la indignación. Poderosas marchas recorren las calles. La policía se vio impotente para contener a los manifestantes. Entonces, el gobierno sacó tropas del ejército a la calle, al mando del general Horacio Gamboa Núñez, jefe de la Guarnición de Santiago.
Al mismo tiempo, las autoridades ordenaron abrir las puertas de las cárceles: decenas de delincuentes salieron a quebrar vitrinas y saquear tiendas y negocios del centro de Santiago. Desataron el caos, creando condiciones para una sangrienta represión. Soldados y carabineros disparaban sus armas contra la gente desarmada, que se defendía con piedras.
En la noche del martes 2 de abril, el general Gamboa leyó por cadena nacional de radios un “parte de guerra” de lo que calificó como “batalla de Santiago”. Informó que la situación estaba controlada y que el “enemigo” tuvo 18 muertos y 500 heridos.
Posteriormente, la cifra oficial de asesinados subió a 21. Pero todo indica que la cantidad real fue superior.
Santiago, madrugada del 3 de abril
La “batalla de Santiago” proseguía, tomando otras formas. A las 2.15 horas del miércoles 3 de abril fue asaltada la imprenta Horizonte. En esos momentos trabajaban en ella veinte operarios y el redactor de turno, periodista Elmo Catalán Avilés, quien narró lo ocurrido esa madrugada: “En la puerta de calle empezaba a desarrollarse la tragedia. La policía había llamado. El portero se acercó lentamente. Cuando se disponía a mirar por la ventanilla, una mano grande y regordeta penetró y lo aferró del cuello. Varios revólveres se agitaron ante su cabeza.
-Abre la puerta, viejo… de tu madre.
La mano apretaba más y más el cuello. Los revólveres lo urgían.
La puerta se abrió. La turba se distribuyó estratégicamente: unos en la prensa, otros al fotograbado. La mayoría en el segundo piso. Julio Fauré, inspector de la policía política, abrió de una patada la puerta del segundo piso. Con paso seguro, con la pistola en alto, gritó:
-Alto… de su madre. Se acabó el trabajo.
Unos diez o quince policías penetraron con sus revólveres desenfundados y garrotes en las manos. Un detective de unos 24 años entró en mi oficina. El jarro de té dio bote en el suelo. El pan corrió la misma suerte. Con mano de experto destrozó en un santiamén los cordones de los teléfonos y citófono. Fui obligado a ponerme contra la pared con las manos en alto.
Más al interior, el valiente comisario Juan Ruiz (fue reconocido por varios obreros de Horizonte por las fotos aparecidas en el diario La Tercera), con una mano amenazaba con el revólver y con la otra sacaba de sus asientos, violentamente, a varios linotipistas. El inspector Fauré comenzó a romper los vidrios. Un grupo de policías, con furia inusitada, empezó a descargar garrotazos sobre las máquinas. Mirábamos impotentes el crimen que cometían los ‘representantes del orden’.
Con las manos en alto, en fila india, fuimos obligados a bajar. El jefe de la policía política, Raúl del Campo, subía los escalones. Su cuerpo obeso resaltaba con el elegante traje claro que vestía.
-Bajen luego a estos desgraciados, rugió.
En la puerta nos esperaba el pelotón militar. Nos apuntaron con los fusiles ametralladora.
-Suban de a uno al camión, ordenó.
El vehículo dio un largo rodeo, enfiló por calle Lira hacia Alameda. Dobló por Morandé. Se escuchaban algunos disparos aislados. Pronto llegamos al siniestro cuartel de Investigaciones. Bajamos con las manos en alto...”.
Los agentes de Investigaciones no sólo destruyeron todo lo que era posible destrozar. También robaron todo lo que les fue posible llevarse. Simultáneamente a este operativo tuvo lugar otro similar en la oficinas de El Siglo.
Con las manos en las maquinas
Para contar con más medios de represión, el ejecutivo envió un proyecto de Facultades Extraordinarias (al parecer no le bastaba la Ley Maldita), que fue rápidamente aprobado por la mayoría del Congreso. Sólo se opusieron los parlamentarios del FRAP y del Partido Radical. En virtud de ellas detuvieron, encarcelaron y relegaron a decenas de opositores.
El senador radical Luis Bossay señaló en la Cámara Alta: “El gobierno ha perpetrado el más grave desmán, de todos los cometidos durante los sucesos: la destrucción organizada y sistemática de la imprenta Horizonte... Yo admiro la fría impasividad del señor ministro del Interior (el coronel Benjamín Videla) cuando se atreve a poner su firma a un oficio dirigido al Congreso Nacional en el cual se afirma que el gobierno cree que fueron las mismas turbas que cometieron desmanes en el centro, las que asaltaron la imprenta Horizonte”.
El proceso por el caso Horizonte fue entregado al fiscal militar Francisco Saavedra Moreno. Actuó con gran celo y objetividad. A mediados de abril efectuó la más sensacional de las pesquisas: el allanamiento del hogar del subcomisario de Investigaciones y miembro de la policía política, Carlos Estibill Mahuida, donde se encontraron dos máquinas de escribir robadas en Horizonte. Esto echó por tierra todos los intentos del gobierno por desvincularse del asalto a la imprenta.
Conversando, en julio de 1993, con el ex diputado José Oyarce, me contó cómo se gestó la operación Estibill: “Estábamos -nos dijo- junto con Sergio González y Víctor Galleguillos en la Cámara de Diputados, cuando se nos acercó el diputado radical Raúl Morales Adriazola. En voz baja nos cuenta que recién alguien le pasó el dato que en la casa del subcomisario Estibill se encontraban dos máquinas de Horizonte. Incluso le indicó la dirección y el lugar preciso en que estaban las máquinas: en la parte de arriba de un ropero en el dormitorio del detective. Nuestro primer impulso fue denunciar el hecho en la hora de incidentes. Recapacitamos. Me encargaron a mí que llevara la información al abogado Jorge Jiles Pizarro. Nos dijo que no hiciéramos la denuncia, que dejáramos todo en sus manos. Se entrevistó con el fiscal Saavedra, le comunicó lo que supimos y el fiscal militar encabezó el allanamiento. Las máquinas estaban en el lugar indicado”.
A manera de conclusiones
1. La “batalla de Santiago” fue una de las 55 masacres perpetradas en el siglo XX -de las cuales en 19 participaron efectivos del ejército- sin considerar el genocidio llevado a cabo durante la dictadura de Pinochet.
2. A diferencia de Valparaíso, donde se constituyó un Comando Contra las Alzas que dirigió desde el primer día las luchas de protesta, en Santiago no hubo tal comando. Por tanto, tampoco dirección única de las acciones. Las masas actuaron en forma espontánea.
3. La carencia de una conducción dejó abierto el camino a las provocaciones de los agentes del gobierno. Los elementos provocadores lograron arrastrar a acciones vandálicas a algunos manifestantes, desesperados por la brutalidad de la represión.
4. Falló el factor subjetivo. Los dirigentes del FRAP, de la CUT y otros partidos de oposición fueron incapaces de lograr la unidad de todas las fuerzas que estaban contra las alzas, y conducirlas acertadamente. Esto, más la furia represiva de los soldados, significó el alto número de víctimas. Según los informes oficiales serían 21, pero otras fuentes las hacen llegar a 76. En cambio en Valparaíso hubo una víctima fatal, siendo las manifestaciones muy masivas.
5. Las fuerzas represivas, en especial los efectivos del ejército, utilizaron la experiencia internacional acumulada por el imperialismo. Hay que tener en cuenta que desde 1945 -y más específicamente desde abril de 1952, cuando el gobierno de González Videla suscribió el pacto militar con Estados Unidos-, las fuerzas armadas chilenas quedaron subordinadas a las instituciones militares estadounidenses, las que tomaron la función de entregarle adoctrinamiento, entrenamiento y equiparlas.
6. Su actuación en las jornadas de marzo-abril preocupó al PC de Chile. En el informe entregado al XXIV Pleno del Comité Central, efectuado en mayo de 1957, Luis Corvalán -que en diez meses más asumiría la secretaría general- planteó con elevado espíritu autocrítico que en las luchas del 2 de abril “nos faltó mejor orientación y más audacia. La desvinculación de las masas es lo que, esencialmente, explica estas fallas”.